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viernes, 31 de mayo de 2013

SER DOCENTE ( II)

Ser docente (y II)

Dediqué el artículo de la semana pasada a rendir un homenaje a todos y todas las docentes. Hoy lo quiero continuar, retomando el hilo de aquel discurso.
El docente hace con los alumnos y alumnas lo que la primavera hace con los cerezos
Ser docente es importante:
Porque de su tarea depende el progreso moral de las sociedades. Dice Herbert Wells que “la historia de la humanidad es una larga carrera entre la educación y la catástrofe”. La solución a los problemas de la sociedad no está en los cuarteles, ni en los despachos ministeriales, ni en las industrias, ni en los bancos, ni en las multinacionales… Está en las escuelas. Está en las manos de los docentes.
Porque la vida de los educandos, en cierto modo, depende de su capacidad de entusiasmo y persuasión. Enseñar no es sólo una forma de ganarse la vida. Es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros.
Porque el docente dedica su vida a luchar contra la ignorancia, la injusticia, la opresión, la desigualdad y el desamor.
Porque trabaja con “materiales” delicados, complejos y sublimes (de altísimo valor) como son las ideas, las expectativas, las emociones, los sentimientos, las concepciones, las actitudes, los motivos y los valores…
Porque es un profesional de la observación, de la escucha, del diálogo, de la negociación, de la paciencia, de la bondad y del encantamiento.
Ser docente es apasionante
Porque su tarea es intrínsecamente optimista ya que parte de este presupuesto básico: el ser humano puede aprender. La educabilidad se rompe en el momento que pensamos que el otro no puede aprender y que nosotros no podemos ayudarle a conseguirlo, dice Philippe Merieu.
Porque su trabajo está hecho de emociones y sentimientos. Corazones, no sólo cabezas en la escuela, clamaba en el título de uno de sus libros Alexander Neill.
Porque su tarea consiste en trabajar con personas y se realiza en equipo.
Porque, como dice Sthendal, es preciso desempeñar el oficio con pasión. Y el docente es un ser apasionado.
Porque su tarea es un reto permanente y una constante y renovada aventura.
Ser docente es hermoso:
Porque el docente hace con los alumnos y alumnas lo que la primavera hace con los cerezos.
Porque es una forma especial de estar en el mundo, de trabajar y de relacionarse con los demás..
Porque el docente tiene una radical independencia respecto al mercado del éxito y del fracaso.
Porque tiene verdadera autoridad, la autoridad del que ayuda a crecer, no el poder de quien aplasta, silencia, machaca, atemoriza, ridiculiza o castiga.
Porque es un mediador que da lo que recibe modificado por lo que ocurre en su vida y en su época.
Porque es un ser situado entre dos discípulos: el que fue y aquel al que enseña.
Porque rescata del contenedor de la basura de la sociedad conceptos como dignidad, nobleza, respeto, decencia y honestidad.
Porque trabaja con la mente, el corazón y el cuerpo de las personas con el fin de hacerlas más inteligentes, es decir más justas y más felices.
Ser docente es ser inmortal:
Porque su tarea no tiene fin. “Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra… Por eso el profesor nunca muere”, dice Rubem Alves en su precioso libro “La alegría de enseñar”.
Porque el docente cosecha frutos en sementeras inmediatas y lejanas: frutos de aprendizaje, de gratitud, de imitación, de felicitación, de emociones. Basten, para mostrarlo y demostrarlo, tres botones de muestra:
Primer botón: El 19 de enero de 1824, estando en la cumbre de su gloria, Simón Bolívar le escribió desde Pativilca (Perú) una carta a su antiguo maestro. En ella reconoced que fue precisamente ese maestro que sembró en su corazón los anhelos y el compromiso por la libertad y la justicia, quien espoleó su corazón para lo grande y lo sacó de una vida frívola y sin sentido. Dice en esa carta:
“Usted formó mi corazón para la libertad, para la justicia, para lo grande, para lo hermoso. Yo he seguido el sendero que usted me señaló. Usted fue mi piloto, aunque sentado en una de las playas de Europa. No puede usted figurarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que nos ha dado.: no he podido borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado”.
Segundo botón: Albert Camus que, cuando niño, vivió en Argelia una vida de trabajos y pobreza y que gracias a su esfuerzo y su talento consiguió el Premio Nobel de Literatura, quiso reconocer en una famosa carta que todo se lo debía a un maestro especial, el señor Germain. Dice en la carta:
“Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que yo era, sin su esperanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que conceda demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generosos que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido”.
Tercer botón: Frei Betto, miembro del primer Gabinete del Presidente de Brasil Lula da Silva, escribió una carta al fallecido Paulo Freire, antiguo profesor de Lula. Dice en ella::
“Fueron sus ideas, profesor, las que permitieron a Lula, el metalúrgico, llegar al Gobierno. Esto no había sucedido antes en la historia de Brasil y, quizás, en el mundo, excepto por la vía revolucionaria.. Hablo de la elección a Presidente de la República de un hombre que venía de la miseria, que enfrentó, como líder sindical, una dictadura militar y fundó un partido de izquierda en una nación donde la política pública siempre fue negocio privado de la élite…”.
Todos y todas podríamos presentar muchos testimonios emocionantes. El pudor hace que, muchas veces, no hagamos público el reconocimiento de nuestros alumnos y alumnas.
Hay una calle en la ciudad de Puerto Lápice que está dedicada a los maestros. Los que hoy son. Los que han sido. Los que serán. Es la CALLE DE TODOS LOS MAESTROS. En cada una de las ciudades del mundo, en el seno de cada familia y en cada corazón de los ciudadanos y ciudadanas debería figurar esta hermosa inscripción: A TODOS LOS MAESTROS. Ellos y ellas son el verdadero ejército de salvación de la humanidad. Un ejército pacífico, abnegado y silencioso. ¿Qué sería del mundo sin los docentes?

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