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miércoles, 30 de octubre de 2013

La mujer en la cultura árabo-musulmana

La mujer en la cultura árabo-musulmana*
Asma Lamrabet
Definir la cultura musulmana es realmente muy difícil debido al hecho de que es tremendamente diversa. Hace 15 siglos que se propagó el Islam desde la Península Arábiga hasta el norte de África de un lado, e Indonesia del otro. La cultura musulmana es diferente según los países, regiones, costumbres y tradiciones donde se injertó el Islam. La cultura árabe tiene como lazo de unión el idioma árabe, pero no siempre la religión del Islam (los árabes representan menos del 20% del mundo musulmán y entre aquellos árabes hay muchos cristianos y una minoría de árabes de religión judía), y dentro de esta cultura árabe existen diferentes modelos: la cultura de la Península arábiga y la del Golfo Pérsico, la cultura del medio-oriente: Palestina, Líbano, Siria... La cultura árabe-mediterránea, como Marruecos, Túnez, Libia, Egipto... Para ilustrar esta complejidad basta dar el ejemplo de Marruecos, donde conviven desde muchos siglos seis culturas: una berebere –los beréberes son los habitantes nativos de Marruecos y hasta ahora tienen su idioma y sus tradiciones–, una cultura africana del Sahara, una cultura árabe –de los que vinieron desde Arabia y el Yemen con la conquista del Islam–, una cultura andaluza y judía –esas dos culturas nacieron en Marruecos después de la Reconquista española– y una cultura mediterránea.
Al lado de la cultura árabe-musulmana conviven otras culturas también musulmanas pero muy diferentes las unas de las otras: la cultura musulmana africana sub-sahariana, la cultura musulmana de Turquía, la cultura musulmana persa de Irán, la cultura musulmana asiática: Indonesia, Pakistán, Malasia, India, Bangladesh, Afganistán..., la cultura musulmana de las ex-repúblicas soviéticas, la cultura musulmana europea de los Balcanes.
Frente a esta extensa y compleja diversidad cultural, delimitar UNA SOLA cultura musulmana es de verdad imposible, lo que las une es la religión y el culto del Islam. Eso es muy importante para el entendimiento de las dificultades que pueden surgir en la lectura de la religión. Saber discernir entre los problemas inherentes a la cultura y aquellos de atributo religioso constituye una etapa primordial y necesaria para la comprensión de la civilización islámica, porque si el Islam es UNO en su aspecto religioso del culto, es la interpretación de su filosofía espiritual la que va ser diferente según la matriz cultural del origen.
El Islam como religión
El Islam es una de las tres religiones monoteístas del mundo. Me van a permitir insistir sobre un hecho muy importante: es una religión nueva. El Islam es la continuación del mismo mensaje de espiritualidad de las otras dos religiones monoteístas: el judaísmo y el cristianismo. Estas religiones sagradas son recogidas en el Corán e integradas en un mismo proceso: el reconocimiento y la adoración del Dios único, de sus mensajes y de todos sus mensajeros. Allah es Dios en árabe, el mismo Dios, no es un Dios aparte, el cristiano árabe cuando reza lo llama Allah. La palabra Islam quiere decir en árabe “someterse a Dios”. Todo musulmán cree en un Dios único y misericordioso, en todos sus profetas desde Noé, Abraham, Moisés, Jesús y Mohammed, este último es, para los musulmanes, el último mensajero de Dios en la tierra. Todos esos profetas son iguales para el musulmán y sus mensajes han sido los mismos. Ser musulmán es también creer en los Ángeles, el día del Juicio Final, el paraíso y el infierno.
Los musulmanes tienen dos referencias en la religión: la primera es el Corán, su libro sagrado, y la segunda, la tradición del profeta, que es una compilación hecha de manera minuciosa por los sabios musulmanes sobre hechos y dichos del profeta que explican el contenido del Libro sagrado.
En el culto del Islam destacamos los rituales del culto –que fundan sus pilares–  y la conducta social. Los pilares del Islam son el verdadero cimiento de esta religión, puesto que representan el verdadero lazo que une a los pueblos musulmanes y sobre el cual nunca ha habido ninguna divergencia. Esos pilares son cinco: el testigo de que Dios es único y Mohammed su último profeta, el rezo cinco veces al día, el impuesto sobre las ganancias anuales que se debe dar a los pobres y necesitados, el ayuno del mes del Ramadán y la peregrinación a la Meca una vez en la vida para los que pueden hacerlo. La conducta social es mudable según el contexto, el tiempo y las tradiciones locales de cada región, lo que explica por qué el Islam se adapta fácilmente dentro de culturas tan diferentes como la de África, Asia o los Balcanes.
El Islam como civilización
Hace 15 siglos que nació la civilización del Islam. En el siglo sexto y después de haber luchado contra los guerreros árabes paganos de Arabia, el mensaje del Islam, apenas 70 años después de la muerte del profeta, llegó hasta Occidente a través de la tierra española y Sicilia hasta los Pirineos franceses, pasando por el Medio Oriente, África del Norte, y del otro lado hasta Irán, India e Indonesia. Sería muy largo hablar de todo lo que ha dado la civilización árabe-musulmana a la civilización, del legado que el Islam dejó como patrimonio a la humanidad. Basta recordar algunas contribuciones de esta civilización al Occidente en las áreas de las ciencias, de la medicina, de la literatura, de la filosofía, de la astrología o de la arquitectura. El descubrimiento del álgebra y los logaritmos en las matemáticas, de la óptica en la oftalmología, de los sistemas de irrigaciones en la agricultura... Y como dijo el islamólogo Claude Cahen: “Y sea lo que sea, el Occidente no puede olvidar que ha aprendido a pensar con Avicena y Averroes, y que incluso la catedral de Puy en plena Francia no sería lo que ahora es sin la mezquita de Córdoba”. Mientras Occidente estaba en plena oscuridad de la Edad Media, la civilización árabe-musulmana estaba iluminada, y ciudades como Córdoba, Sevilla, Bagdad, Damasco, El Cairo o Ispahán se enorgullecían de sus instituciones de cultura superior y de sus universidades, donde se enseñaba filosofía, derecho, medicina, astronomía e historia. La gloria de esta civilización es una realidad histórica plenamente demostrable, y todos los historiadores son unánimes a la hora de reconocer que son los árabe-musulmanes los que han civilizado Europa. Hay que recordar que en el año 1224 la Universidad de Nápoles, donde estudió el venerado Santo Tomás de Aquino, tenía toda una colección de manuscritos islámicos, entre ellos los múltiples comentarios de uno de los pensadores más famosos del mundo árabe-musulmán: Averroes.
La mujer en el Corán y en la historia del Islam
Los derechos de la mujer en el Corán
El Corán en primer lugar se dirige a todos los seres humanos sin discriminación de raza, color o sexo. Es, ante todo, un himno a la belleza de la creación de Dios, a su grandeza, un llamado a la paz y al amor entre los pueblos de esta tierra, a la justicia social y a la lucha contra el mal y la difusión del bien.
             Primero quiero destacar el hecho de que en el Corán no hay ninguna mención de Eva como la responsable del pecado original, más bien algunos versículos muestran que es Adán quien sucumbe a las sugestiones de Satán. Por lo tanto, la responsabilidad es compartida por los dos. Después Dios les perdonó, y el Islam no conoce la enseñanza de la herencia de este pecado como se ve en la lectura de las otras religiones.
En el Corán, cuyos textos son del séptimo siglo, se definen de manera clara todos los derechos de la mujer como ser humano entero, independiente y libre. Desde el punto de vista de los derechos humanos, el Corán demostró que la mujer y el hombre son iguales, creados de la misma esencia, y no como se creyó en un tiempo de la historia de la humanidad cuando algunos teólogos se preguntaban si ella tenía alma (Concilio de Macon en el año 581).
La mujer en el Corán tiene derechos civiles: libertad de culto,  derecho a elegir a su futuro marido –nadie puede obligarla a casarse con alguien que ella no quiere–, derecho a divorciarse si el marido la maltrata, derecho a mantener su apellido paternal –este mismo derecho estaba dentro de las reivindicaciones de la lucha de las mujeres feministas en los años sesenta en Occidente–.
 Derechos sociales: el derecho a la enseñanza –que más que un derecho es una obligación, ya el Corán insiste en que los creyentes, mujeres y hombres, deben lograr el conocimiento, el saber y la educación porque la ignorancia es un pecado, y como dice el Corán “los más sabios son los más cercanos a Dios”–, el derecho al trabajo y el derecho a participar en todas las actividades sociales.
 Derechos políticos: hace 1400 años que la mujer en el Islam tiene el derecho a votar, lo que en Occidente se consiguió muy tarde. Por dar un ejemplo, en Francia la mujer no ha adquirido el derecho de voto hasta 1945. El derecho a acceder a cargos políticos o militares –muchas mujeres fueron en la época de la revelación combatientes contra los paganos y politeístas de la Meca–.
 Derechos económicos: unas de las leyes indiscutibles en el Islam es que la mujer tiene el derecho a una independencia económica total y absoluta. El hombre no tiene ningún derecho sobre la propiedad o el trabajo de la mujer. De acuerdo con el Islam, una mujer casada no está bajo el control del marido en lo que concierne a sus relaciones comerciales y sus ingresos. Ella es perfectamente libre e independiente en la ejecución de sus asuntos mercantiles, lo que está en contraste con la práctica usual en Europa hasta el comienzo del siglo XX.
Mujeres citadas en el Corán
El Corán relata historias de muchas mujeres en la historia de la civilización que han dejado sus huellas para la eternidad, mujeres creyentes y devotas, mujeres místicas, piadosas, mujeres madres y mujeres rebeldes contra las injusticias, todas ellas elegidas por Dios para dar ejemplo a la humanidad. Pero una sola mujer es nombrada en el Corán con su nombre propio, y es notoriamente la preferida de Dios: María, la virgen madre de Jesús. Todo un capítulo del Corán viene con su nombre y es consagrado a su hermosa historia: “La delgada palmera cargaba dátiles dulces para ella y cuando se agarraba en sus dolores de parto, su hijo recién nacido daba prueba de su pureza”. María, la silenciosa y abnegada alma, altamente honrada en el Islam, descrita en muchos versículos coránicos de una manera tan bella: “María, Dios te ha escogido, te ha purificado y te ha exaltado sobre todas las mujeres de la creación”, “Y Dios presenta otro ejemplo a los que creen, el ejemplo de María, que aceptó la verdad de las palabras de su Señor y fue de las verdaderamente devotas”, “Y recuerda a María que guardó su castidad, y luego insuflamos en ella algo de nuestro espíritu e hicimos de ella y de su hijo un signo de nuestra gracia para toda la humanidad”. Así es ella, María, en el Corán, la elegida de Dios.
También se narran en el Corán otras historias de mujeres, como la de la reina de Saba, descrita como un modelo de sabiduría, con inmenso poder político, que gobernaba a su pueblo con inteligencia y un sentido extremo de la justicia. La historia coránica relata la maravillosa leyenda del poder espiritual de la princesa inspirada por Dios y su amor por el profeta Salomón, gracias al cual encuentra ella la fe. Además, en el Corán leemos la historia de la mujer de Abraham, esa mujer que Dios dejó como emblema para uno de los rituales de la peregrinación a la Meca. Junto a su hijo Ismael estuvo corriendo siete veces en un lugar del desierto, buscando agua para su sediento hijo e invocando a Dios, hasta que una fuente de agua pura empezó a brotar, y desde ese momento hasta hoy en día se hizo inagotable y se la conoce como la fuente de “Zamzam” en la Meca. Este es el motivo por el que los peregrinos musulmanes caminan siete veces a este lugar santo y beben de esta agua pura.
Otra mujer que Dios dio como ejemplo es la creyente esposa del faraón, que salvó al pequeño Moisés. Ella es el modelo de la mujer creyente que adoptó y protegió al futuro profeta a pesar de las crueles disposiciones de su marido, y de este modo Dios le prometió el paraíso.
La madre del profeta Moisés es también descrita en el Corán como una mujer muy abnegada a quien Dios solicitó dejar a su hijo en el río y que después recuperó gracias a su clemencia.
También el Corán relata la historia de pasión y amor de una mujer con el profeta Joseph (YUSSUF), quien es descrito en la revelación como la encarnación de la belleza. Aunque su nombre no es citado en el Corán, ella es conocida en la literatura islámica como Zulaika, una mujer espiritual que pasa su vida en dura penitencia y en interminable anhelo. La historia de Zulaika y Joseph ha inspirado a muchos poetas y escritores del mundo islámico. Así lo describe un místico en el siglo IX, Yusuf Arrazi: “Mientras que Zulaika adoraba a Joseph, cada día estaba más hundida. Cuando abandonó su adoración, le devolvió Dios juventud y belleza. Cuando el amante avanza, el amado retrocede, pero cuando el amante está satisfecho sólo con el amor, entonces se acerca el amado”. En otro cuento se dice que “Zulaika fue alcanzada por una flecha. Cuando goteó la sangre en la tierra, escribió en muchas partes Yussuf, Yussuf, porque este nombre siempre lo ha repetido constantemente y fluía como sangre en sus venas”.  Así se convierte esta mujer en la personificación del alma humana que, como el Corán dice, es incitada al mal, pero que con una continua lucha interior, purificada por el sufrimiento y finalmente como alma en paz, puede regresar con su Señor.
Mujeres en la tradición del profeta
No hay ninguna duda sobre el hecho de que la revelación coránica fue una verdadera revolución en el modo de vida de los árabes beduinos de Arabia y sobre todo en la nueva concepción que tenía el Corán de la mujer. Esta mujer árabe que estaba viviendo en las peores condiciones, sin derecho a respirar, ha visto cambiar su vida de una manera increíble. El profeta mismo ha sufrido mucho para cambiar la mentalidad de esos árabes tremendamente duros con las mujeres, hay miles de dichos del profeta donde se destaca su ternura, bondad y amor por ellas. Siempre decía a sus compañeros: “Las mujeres son iguales a los hombres, los mejores entre los dos son los más piadosos” o “el mejor de vosotros es quien es el mejor con su esposa”. Un día, un hombre vino a preguntar al profeta: “¿Quién tiene más derecho a ser tratado con la mejor cortesía y el mejor respeto?”, y el profeta dijo: “Tu madre”, el hombre preguntó: “¿Y quién después?”, “Tu madre”, respondió otra vez el profeta. De nuevo el hombre preguntó: “¿Y quién sigue?”, “Tu madre”. El hombre preguntó por cuarta vez: "¿Y quién después?”, "Ahora tu padre", dijo el profeta. Basta recordar el más famoso dicho del profeta: “El paraíso está en los pies de las madres”.
            Antes de terminar con la época de la revelación coránica que representa un periodo de cambios radicales muy importantes, voy a citar solamente a dos mujeres –porque sería muy largo citar a todas aquellas que han hecho la historia del alba del Islam–. El primer ejemplo es una mujer que ha dejado sus huellas para siempre en la historia del Islam, porque esta historia fue en gran parte la suya. Ella es Aicha, la mujer del profeta, la más culta, la más distinguida, que ha transmitido a generaciones de sabios musulmanes su sabiduría, su conocimiento y su sentido político. Ella vivió mucho tiempo después de la muerte del profeta, y su casa era como un centro de referencia en las ciencias religiosas. Los visitantes venían de todas las regiones del mundo islámico para preguntarle, para tomar sus consejos, y ningún hecho de la historia islámica podía ser justo si ella no daba su aprobación. Se dirigió al campo de batalla a los 42 años al frente de un ejército porque quería mostrar su desaprobación a un acto político.
El segundo ejemplo es el de la biznieta del profeta (Sakina Bent Elhussein), mujer muy independiente, muy educada, inteligente, que se destacó por su lucha histórica por las libertades de las mujeres, y quien antes de casarse exigía que en su contrato de matrimonio se estipulara –entre muchas otras cosas– que no obedecería al marido y que no le permitiría casarse con otra mujer. Gracias a ella se confirmó este derecho de la mujer a notificar todas sus condiciones en el contrato de matrimonio.
Así eran las mujeres formadas en la escuela del verdadero Islam, cultas, orgullosas, fervientemente creyentes e incansables luchadoras, libres e independientes. Todo lo contrario del estereotipo de la mujer musulmana sometida, inculta y sombra de las sombras que nos muestran hoy como la referencia absoluta e irrevocable de la mujer árabe-musulmana.
Los problemas de la mujer árabe-musulmana
Ahora bien, hemos visto que nada en el Corán, ni en la tradición del profeta, ni en la historia del Islam, justifica un mínimo perjuicio a la mujer. Entonces, ¿por qué esta imagen de una mujer humillada, oprimida, tiranizada por el Islam está tan generalizada y tan sistematizada en el mundo? ¿Se trata de mitos o de realidades? Pienso sinceramente que los dos existen, hay un parte de mito y leyenda sobre la mujer árabe-musulmana que se ha difundido de manera injusta y hay una realidad amarga que existe pero que no es tan dramática como suelen mostrar los medios de comunicación y que no corresponde siempre al análisis occidental.
            Antes de echar la culpa a los demás debemos empezar por lo nuestro y preguntar: ¿Por qué esa contradicción entre el contenido verdadero del Islam y la realidad de los musulmanes? ¿Por qué en la práctica la evolución del reconocimiento de los derechos de la mujer es un poco paradójica? Mientras en la tradición occidental no se ha reconocido por mucho tiempo la igualdad a las mujeres, que luego han obtenido avances jurídicos y sociales muy significativos, en algunos de los países de tradición islámica las mujeres que gozaban de este status desde la revelación del Corán han visto una involución y, algunas veces, una regresión de sus derechos. Las explicaciones pueden ser muy largas, pero yo apuntaría primero el hecho de que el freno al desarrollo de la mujer en algunas partes del mundo musulmán está ligado a una cierta lectura del Islam hecha por algunos Sabios Hombres –por supuesto– que tenían una cultura misógina y que reproducían las tradiciones ancestrales machistas, pensando que estaban en el camino justo del Islam. Hay que destacar una problemática muy importante: los hombres musulmanes estaban dispuestos a vivir el Islam como una revolución de las relaciones en la vida pública y un profundo cambio de las jerarquías políticas y económicas, pero no querían que el Islam cambiara nada en las relaciones entre los sexos. ¡¡El machismo es la única estructura humana que ha resistido a los valores del Islam!! Por otra parte, durante la historia del mundo árabe-musulmán, hay un periodo que ha empeorado la situación de la mujer –junto con la del hombre–, y es el de la colonización, que ha querido secuestrar las raíces históricas de ese mundo e imponer sus lenguas, modelos y valores.
Y como siempre los vencidos asumen la historia escrita por los vencedores, la tragedia de la mujer árabe musulmana en algunas partes del mundo islámico es que ha perdido con la colonización cultural e ideológica sus referencias legítimas y con ello su alma.
            Hay que destacar el hecho de que la manera occidental de ver algunos problemas de la mujer en el mundo árabe-musulmán ha sido siempre caricaturizada y a veces satírica… Y es que la visión occidental del Islam en general ha sido desde siempre distorsionada, siempre fue una visión donde prevalecen poder, prepotencia y ambiciones de dominación. En la época medieval los occidentales notaban que el Islam era una religión de libertinaje y ahora es una religión de integristas y fundamentalistas. Siempre el miedo, el temor al otro, ha caracterizado las relaciones entre ambas partes, alimentadas por la ignorancia se ha ordenado una reticencia y un rechazo histórico a la civilización árabe-musulmana desde las Cruzadas y la Reconquista, pasando por el imperio otomano, hasta el día de hoy. Con este tipo de visión, la de la mujer árabe-musulmana fue desde siempre la más espantosa: recordemos todas esas historias fantásticas transmitidas por esos incansables orientalistas y que siempre muestran los mismos retratos trágico-cómicos al final: harem, mujeres con velos, danza del vientre, sometidas a un emir implacable, despótico… La mujeres eran siempre encarceladas en palacios suntuosos, pasando sus vidas como esclavas, cautivas del poder árabe-musulmán.
            Todos estos clichés estereotipados perduran hasta el día de hoy. Jamás un historiador occidental habla de las mujeres escritoras, místicas, jefes de estado, fundadoras de universidades, que han hecho la historia islámica. Es que nos es exótico…, pero también esa es la prueba del machismo universal. No hace falta recordar que la misoginia es la cosa mejor compartida en el mundo, en todas las culturas y a través de la historia humana cuántas veces la mujer fue objeto de humillaciones, de ofensas y de ignominias. En todas las lecturas de las religiones hay un acuerdo sobre la inferioridad de la mujer, su eterna acusación de pecadora, de imagen de Satán y de bruja maléfica. Las condiciones de las mujeres en India, China, en muchos países de Latinoamérica (en Chile el 50% de las mujeres sufren de violencia conyugal), suelen ser a veces más terribles y preocupantes, pero no tienen el impacto especial que se le da a la mujer árabe-musulmana. Un ejemplo: en los Estados Unidos, cada nueve segundos una mujer es golpeada por el marido o el amigo. Las cifras de la violencia contra las mujeres en Europa, Estados Unidos o Latinoamérica son escalofriantes, ¿pero acaso se dice que esta violencia está justificada por la Biblia? ¿Por qué en el mundo árabe o musulmán es siempre la culpa de la religión y no del hombre? ¿Acaso el hombre árabe-musulmán no es de la misma estructura humana? Aunque se sabe que la misoginia es universal, las denominaciones serán siempre diferentes, porque existe el machismo latino, mediterráneo, siciliano, español, asiático, pero cuando hablamos de países árabes o musulmanes se habla de machismo islámico. Jamás hemos oído hablar del machismo de Sicilia, de Grecia, de España, como católico, pero el machismo de Marruecos, Egipto y Líbano, que son muy mediterráneos también, será eternamente islámico.
 Quiero terminar insistiendo en el hecho de que la mujer árabe-musulmana no es la víctima del Islam. Ella es la víctima de multitud de factores que hacen de ella, como de todas las mujeres del mundo, la primera víctima de la sociedad. Ella es, ante todo, la víctima de los poderes del hombre machista, de la pobreza, de algunas tradiciones y costumbres regionales, de las injusticias socio-políticas, de las condiciones de vida cada día más difíciles sobre todo para ella. La mujer árabe-musulmana puede parecer diferente al occidental, con su mentalidad, su manera de vestirse, su manera de ser, de ver el mundo. Pero ella tiene el derecho a la diferencia y al respeto. La mujer árabe-musulmana tiene la legitimidad de reivindicar sus derechos según sus referencias, de conseguir la modernidad de acuerdo con su identidad, sin dejar de ser árabe o musulmana para que el mundo occidental la reconozca o la acepte. La mujer que sea árabe, musulmana, cristiana, europea o americana es, ante todo, un ser humano creado por Dios, con este sentido exclusivo del sacrificio, del amor, de la paciencia, de la bondad infinita… Y como todas las mujeres de este mundo, ella tiene las mismas aspiraciones, las mismas esperanzas, los mismos sueños de vivir en paz, de amar, de proteger a sus seres queridos y de vivir como ser humano libre y digno. Gracias.
* Texto pronunciado por la autora en una conferencia en Santiago de Chile.
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