¿Por qué venimos en pateras y no en iberia?
Imprimir Email POST 12 SEPTIEMBRE 2014 ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN EN 19 SEPTIEMBRE 2014 ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN EN 19 SEPTIEMBRE 2014 VISITAS: 101
AFROKAIRÓS - (12/09/2014): Soy Amal, una chica saharaui. Vivo en el desierto argelino, en Tindouf, donde los campamentos de refugiados saharauis. Ahora voy a contar por qué me dispongo a ir a España en patera y no en Iberia. Es una historia que empieza bien, pero se va haciendo larga, fea, cruel y el final, aún por ver, quizás no sea feliz. Pero es real, aunque cueste creerla. Hasta me han dicho que daría para una película, pero yo no quiero ser artista, lo que quiero es ir a Madrid a visitar a mi familia.
Mi familia española es la familia que me acogió los veranos cuando era una niña. Cuando llegábamos salíamos en los periódicos españoles, nos daban la bienvenida y nos hacían muchas fotos sonrientes. Nos preguntaban y contábamos que eran unas vacaciones felices, haciendo amigos, bañándonos y montando en bici. Las autoridades también salían en las fotos, se aplaudían por el programa Vacaciones en Paz, diciendo que nos venía muy bien para cuidar la salud y agradecían la sensibilidad de las familias que nos acogían. Cuando cumples 12 años ya no te dejan volver. Pero mi familia y yo hemos mantenido siempre el contacto. Me llaman al empezar el curso y al terminarlo, se interesan por mis estudios, me felicitan el cumple y el de mi madre. Cuando saben que alguien viaja a los campamentos me mandan un paquetito con regalos. Yo les llamo para preguntar por la abuela y por todos. Una vez vinieron a visitarme a mi campamento en Smara. Durmieron en nuestra jaima y vivieron como los saharauis.
Mayor de edad con pasaporte para viajar
Así hasta que haces 18 años y, si tienes suerte, te dan un pasaporte a tu nombre, ese anhelado papel que da derecho a viajar, a salir de tu país, a cruzar las fronteras como hacen las personas libres. Mi familia en Madrid, encantada con la noticia de mi mayoría de edad y pasaporte, se dispuso a invitarme a pasar un verano más con ellos. A gastos pagados, como hicieron cuando era niña. Todos estábamos emocionados con la idea del reencuentro después de tantos años. Mi madre y mi padre de acogida, la abuela, mis primas, los tíos, mis amigos, todos querían verme y abrazarme, saber de mí y de mi familia, de la vida en el desierto, de mis estudios y de mi futuro. Y yo feliz con ese reencuentro con el que tanto había soñado los últimos años.
El Reino de España me invita
Mi familia formaliza la invitación a ir a España a gastos pagados. Me da pena saber la cantidad de tiempo, dinero e inconvenientes que les lleva. Tienen que ir a la policía, que les advierte de multas y cárceles, justificar su identidad, nuestra relación, sus medios económicos para invitarme, pagar las exhorbitantes tasas, contratarme un seguro privado por dos meses, reservarme billete de avión en Iberia de ida y vuelta desde Argelia a España, y añaden una carta contándolo todo otra vez para adjuntarlo a mi dossier. Me mandan los documentos originales, detalle que tampoco es fácil, porque a un campamento de refugiados en el desierto no llegan ni correos ni servicios de mensajería. Entre los documentos recibidos hay uno que me enorgullece, un documento muy oficial, en un papel muy bonito, con muchos sellos, encabezado con el membrete “Reino de España” y “Carta de Invitación” que acredita que estoy invitada a ir a España por dos meses, ya que mi familia se compromete a alojarme. Y hay un billete de avión, en Iberia, de ida y vuelta, de Argel a Madrid, a mi nombre, Amal Salem. Así se entra por la puerta grande.
Sólo falta el visado español
¿Qué más se puede pedir? ¿Preparo el equipaje? Falta un último detalle, el visado español, el sello adicional en el pasaporte que te autoriza la entrada en el país. Lo pone el Consulado de España en Argelia. No te preocupes, me dice mi familia desde Madrid, es un trámite de la administración española, la misma que te ha cursado la invitación oficial, y tienes todos los demás papeles en regla. Te tienen que dejar entrar. Si no, sería como si el dueño de una finca te invitara a una fiesta y el portero no te dejara pasar. Vale, digo, sin entender mucho.
Empieza la trampa
Empiezo llamando al Consulado español en Argelia, que me dice que están muy ocupados y que ahora se encarga de los visados una empresa, la agencia VFS Global. Llamo a la agencia y me dicen que vaya a solicitar el visado cuando quiera, pero que tengo que solicitarlo en persona, en la oficina de Orán o Argel. Argelia es un país muy grande. Yo vivo en Tindouf y hay que atravesar 1.400 km de desierto para llegar a Orán y 1.700 km hasta Argel. Dicen que el visado se solicita en persona, a lo antiguo, que no vale ni teléfono, ni fax, ni email, ni web, ni webcam para verte. Los españoles de Argelia nos lo ponen muy difícil a los saharauis, que vivimos muy lejos y sin apenas recursos para acceder donde ellos. Consigo recorrer los 1.700 km de Tindouf a Argel para solicitar el visado, les entrego toda la documentación, la carta de invitación oficial del Reino de España, la carta de mi familia española justificando la invitación y los medios económicos, el billete de ida y vuelta en Iberia, el seguro a mi nombre, las identificaciones… Me dicen que estudiarán el dossier y que vuelva en quince días a por el resultado. Como no tengo medios para mantenerme en Argel esos 15 días, desando los 1.700 km de camino para esperar en casa, contenta, porque al entregar la documentación me han dicho que todo estaba bien.
Y la trampa me atrapa
A los quince días me avisan para recoger el resultado del visado. Es un sobre que me darán, de nuevo, en persona. ¿No tendrán teléfonos los españoles de Argelia para comunicarnos sus resoluciones? Todo va bien, me dijeron al entregar la documentación, todo va bien, me dicen los saharauis, todo está bien, me dice mi familia española. Un último esfuerzo económico a afrontar. Recorrer otra vez los 1.700 km hasta Argel, para recoger el visado. Y esta vez volar de seguido a Madrid, en Iberia, donde mi familia española me espera, felices todos de volver a pasar nuestros dos meses de vacaciones juntos.
Tras tres días dando tumbos en el autobús que atraviesa el desierto, llego por fin a Argel y voy rápido a recoger el visado. Me dan un sobre a mi nombre, en su interior un simple formulario en el que tan sólo se han molestado en hacer un aspa en la casilla 2 “l’objet et les conditions du sejour envisagé n’ont pas été justifiés”. No entiendo nada, literalmente, pues yo hablo español y árabe, el único idioma oficial de Argelia. Un amigo me ayuda en su traducción, que no te dejan ir, que no está justificado el viaje. ¿Los españoles de Argelia habrán leído algo del dossier que presenté? Y sin parar de llorar, por mí, por mi familia saharaui, por mi familia española y por todas las personas que nacimos del lado equivocado de las fronteras recorro, por cuarta vez, los 1.700 km de vuelta a los campamentos de refugiados en Tindouf preguntándome ¿por qué los españoles de Argelia me han hecho recorrer 6.800 km. para decirme que no puedo cruzar el Mediterráneo?
Recurso final
Dicen en esa hoja, que me deniega la entrada en España, que tengo dos meses para presentar un recurso en Madrid, ¿por qué me obligan a ir en patera si yo tenía billete en Iberia?
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