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domingo, 25 de junio de 2017

EL RAMADAN PARA LOS REFUGIADOS

Comida del Iftar trae el espíritu del Ramadán a los refugiados en dificultades

En el Líbano y Jordania, el suministro de comidas diarias da un sentido de comunidad a los refugiados que ayunan durante el mes sagrado del Ramadán.
VALLE DE LA BECÁ, Líbano, 23 de junio de 2017 (ACNUR) - A medida que el sol se esconde, la cocina del Ramadán en el fértil Valle de la Becá, Líbano, es una colmena de actividad, zumbando con los sonidos de ollas y sartenes, comida envasada en recipientes de plástico, y la risa y las pláticas de cientos de cocineros y voluntarios.
En un asentamiento cercano vive Mona, de 52 años, madre siria de siete hijos, que huyó de los combates en Homs hace tres años. Ella y su familia están fuera de su albergue de madera contrachapada esperando la furgoneta de Ramadan Kitchen que traerá su comida nocturna iftar, marcando la ruptura de su ayuno diario.
El mes sagrado del Ramadán, que se espera que concluya el domingo con la fiesta de Eid al-Fitr, es tradicionalmente un tiempo de reflexión y encuentro entre familias y comunidades en todo el mundo musulmán, así como un tiempo de actos de solidaridad y generosidad.
Líbano cuenta con una población de tan solo 5,9 millones de personas, y actualmente alberga 1,01 millones de refugiados sirios. Allí la ONG SAWA para el Desarrollo y la Ayuda estableció la cocina del Ramadán en 2014 para proporcionar comidas a miles de refugiados y personas necesitadas todos los días durante el mes sagrado.
La cocina se financia principalmente a través de donaciones individuales de caridad durante el Ramadán, y cuenta con un ejército de hasta 100 cocineros y ayudantes cada día, incluyendo voluntarios locales y refugiados sirios.
“Me encanta ayudar a las personas. No me gusta ver a las personas en necesidad, independientemente de su nacionalidad”, dice Doaa Rhim, una libanesa de 24 años que ha trabajado en la cocina durante los últimos dos años. También trabaja como profesora voluntaria en una escuela informal cercana para niños sirios refugiados.
“Vengo a la cocina todos los días después de clase en el autobús que trae a los niños, para hacer todo lo posible para ayudar, desde lavar las verduras, cocinar o incluso empacar”, agregó Doaa.
“Me encanta ayudar a las personas. No me gusta ver a las personas en necesidad, independientemente de su nacionalidad”.
La camioneta se estaciona fuera del albergue de Mona y ofrece la comida del día, que incluye dátiles, pasteles de carne y ensalada, y un plato principal de arroz cubierto con pollo y nueces.
Con el 71 por ciento de los refugiados sirios en el Líbano viviendo por debajo de la línea de pobreza y más de un tercio sufriendo inseguridad alimentaria de moderada a severa, Mona dijo que las comidas que reciben ayudan a dar un sentido de normalidad a la familia durante el mes de Ramadán.
Elham (izquierda) y su hija Raghed (derecha) son de Saná, en Yemen. Rompen el ayuno del Ramadán en la Sociedad de Huérfanos de Al Amal, en Amán, Jordania. © ACNUR / Benoit Almeras
“Es esencial para nosotros recibir esta comida ya hecha y entregada directamente a nosotros, especialmente cuando no podemos costear cocinar”.
Mientras que los países vecinos de Siria son actualmente el hogar de más de cinco millones de refugiados de los seis años de conflicto, la región también acoge a refugiados de otras partes del mundo musulmán.
A principios de esta semana en la capital jordana, Amán, refugiados y solicitantes de asilo de Yemen, Sudán, Somalia y Eritrea se reunieron una tarde para compartir un iftar de platos nacionales que habían preparado. El evento se llevó a cabo en un centro comunitario local dirigido por el ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados y la ONG International Relief and Development.
Elham llegó a Jordania hace cuatro meses con su hija Raghad, de 10 años, que huyó de los combates en la capital de Yemen, Saná. Mientras se sentaba a charlar y comer con otras mujeres en el cálido patio, Elham describió lo que ella y su hija habían soportado el año anterior.
“En el último Ramadán no teníamos electricidad ni mucha comida, y había misiles pasándonos por encima”.
"En el último Ramadán no teníamos electricidad ni mucha comida, y había misiles pasándonos por encima. A veces, justo cuando estábamos a punto de romper nuestro ayuno, escuchaba un misil y tenía que correr para cubrirnos, temiendo por la vida de mi hija”, dijo.
Mientras pasaba los pasteles dulces llenos de queso blando que ella había hecho, Elham dijo que reunirse con otras personas para Iftar había ayudado a traer recuerdos más felices de los últimos Ramadán.
“Esta noche es algo más especial de lo habitual, y me encantó probar los alimentos de diferentes países”, dijo. “Cuando llegue el próximo Ramadán, donde quiera que estemos, espero que mi hija vaya a la escuela otra vez, y tal vez pueda continuar mis estudios universitarios en alguna parte”.

Por Lisa Abou Khaled y Rima Cherri
(Reporte adicional de Charlie Dunmore en Amán, Jordania)

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