Diez años de integración lingüística
El Aula de Inmersión ayuda cada curso a aprender español a decenas de escolares procedentes de otros países
Los tres profesores a cargo de esta clase atenderán a los refugiados sirios cuando lleguen a la ciudad
Bianca es rumana, tiene 13 años y estudia en el colegio Santo Ángel. Hace cuatro meses que llegó a Gijón con su familia. Mikael, Michael y Marvin son hermanos, de 16, 15 y 14 años, que hace cinco meses cambiaron Filipinas por Asturias. Succes es de Nigeria y a sus 16 años estudia cuarto de la ESO en el IES de la Laboral. Son algunos de los alumnos que llenan en este momento el aula más especial, variada y, sin duda, internacional, de todos los centros educativos de Gijón, el Aula de Inmersión Lingüística, que cumple diez años persiguiendo un objetivo: enseñar la lengua castellana a los alumnos de Primaria y de Secundaria que, recién llegados a España, no tienen los conocimientos mínimos para poder seguir con normalidad sus clases. Durante unos meses, este aula será su refugio y su trampolín para la completa integración en el centro.
Para los alumnos de Secundaria, el aula está físicamente ubicada en el IES Calderón de la Barca. Su jornada escolar comienza allí, en lugar de en sus respectivos colegios o institutos. Y allí, Javier Duarte, su profesor, les enseñará durante tres meses aproximadamente las nociones básicas para poder leer y escribir en castellano. Lo que se denomina, el «nivel de competencia lingüística básica», a través de la lectura, la escritura, la gramática y cultura española. En algunos casos serán necesarias algunas horas más. En otros, los alumnos podrán abandonar este programa antes. Ahora mismo, Javier da clase a 15 chicos y chicas de Secundaria. La mayoría acude al Calderón durante cuatro horas. Y allí, filipinos, rumanos, brasileños, nigerianos, un marroquí y un senegalés se adaptan a marchas forzadas a un nuevo idioma, una nueva ciudad y un nuevo sistema educativo. La clase para Secundaria acoge a alumnos de centros públicos y concertados y el curso para cualquier niño empieza siempre con una reunión con la familia. Su implicación es muy importante.
En Primaria el proyecto funciona de otra forma. Dos maestras se hacen cargo del aula que es, de alguna forma, itinerante. Son Maite Menéndez y Raquel Menéndez, que llevan en el servicio desde sus inicios (Maite lo puso en marcha; Raquel se incorporó un año después). Ellas recorren los colegios, solo públicos en este caso, donde hay alumnos que necesitan de este recurso. En estos momentos atienden ocho centros (cuatro cada una) y a 18 alumnos, aunque la cifra, al igual que ocurre en Secundaria, varía muchas veces a lo largo del curso. Los estudiantes van recibiendo 'el alta', pero a la vez llegan nuevos chicos y chicas. Solo un ejemplo: en los próximos meses se espera la llegada de refugiados sirios. Y los niños tendrán que hacer uso de este servicio. Y al menos en Primaria eso obligará a reestructurar el horario y, casi con total seguridad, a restar horas a algún centro. Eso, o se refuerza el servicio con una persona más, tal y como se ha solicitado ya a la consejería.
Seis horas semanales
Porque aunque la teoría dice que lo ideal es ofrecer tres sesiones (cada sesión es de dos horas) a la semana en cada centro, no siempre se puede. Así que según va avanzando el curso y las necesidades van cambiando, los profesores se adaptan. Este año, por ejemplo, no han podido atender la petición de un colegio de Candás para un niño alemán. En el aula de inmersión nada es matemático y no es lo mismo trabajar «con un niño rumano que con un chino o un árabe», por las diferencias en los idiomas. Tampoco es lo mismo un niño de sexto de Primaria, «que necesita tener los conocimientos básicos para pasar luego a Secundaria», que uno de tercero que tiene «más tiempo» para ponerse al día. En principio, este servicio está dirigido a partir de tercero de Primaria, aunque no sería la primera vez que hay que hacer alguna excepción y atender, aunque sea por poco tiempo, a algún pequeño desconsolado porque no entiende absolutamente nada. También marca grandes diferencias el hecho de que los niños vengan escolarizados o no. «Hay algunos a los que incluso tenemos que enseñarse a coger el lápiz». A todos, este aula les vale no solo para aprender castellano. También para adaptarse al colegio y lograr romper un periodo de silencio que les puede durar meses en su clase.
En un año, por el aula de Secundaria pueden pasar algo más de 20 alumnos. Por las de Primaria, entre 30 y 40. Y así, diez años ya. Diez años de éxitos, a juzgar por los resultados. Porque en Primaria, aseguran las maestras, la mayoría de estos niños logra superar los cursos. Y en cuanto a los de Secundaria, explica Javier Duarte, «los que dejan de estudiar son la minoría».
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