viernes, 25 de septiembre de 2015

¿Cuál es el islam que da miedo?

¿Cuál es ese islam que da miedo?

Las atrocidades de los radicales demuestran el peligro de la interpretación literal del Corán

El líder del Estado Islámico, Abubaker al Bagdadí. / ap
¿Cuál es ese islam que da miedo? ¿De dónde viene? ¿Qué relación tiene con la realidad histórica y teológica? ¿Cómo se explica? No hay duda de que nos asusta, pues suscita preguntas, más aún al comprobar la fuerza con la que el terrorismo golpea en nombre del islam, donde y cuando quiere. Aunque la islamofobia sea real y preocupe a las sociedades europeas, solo es un aspecto más de la crisis desatada estos últimos años entre Occidente y una parte de Oriente.
El día en que un individuo que se hace llamar Al Bagdadi se autoproclamó califa, hace casi un año, y anunció la creación de un Estado Islámico (EI) con unas fronteras sin definir, ese día, se declaró la guerra a los musulmanes pacíficos, a los europeos y al resto del mundo. Nadie se tomó en serio su discurso. Nadie se puso a averiguar quién lo financia, quién le suministra tanto armamento, quién lo lleva hacia esa deriva cada vez más asesina. Se sabe que atracó los bancos de Mosul, que se apoderó de algunos pozos de petróleo y que vende el crudo en el mercado negro. Pero ello no basta para mantener un ejército y financiar a los grupos yihadistas procedentes de Europa y del mundo árabe.
Los musulmanes, como el resto del mundo, necesitan saber qué está pasando. ¿El comportamiento del EI lo justifica el islam? ¿Es una herejía? ¿Es pura invención de Al Bagdadi, quien, tras haber pasado por las cárceles iraquíes, quizá quiera justificar su sed de mal y de poder para reinar sobre los musulmanes del mundo?
Cuando consultamos el Corán y algunas de sus interpretaciones, resulta evidente que el islam experimentó diversas fases de combate y de violencia, principalmente en sus inicios. Algunas aleyas [versículos de Corán] ordenan luchar con las armas hasta que el islam triunfe. Coinciden justo después de la hégira de Mahoma a Medina, en 622. El profeta tiene enemigos que no solo no creen en su mensaje, sino que intentan matarlo. La aleya 29 de la sura 9 [capítulo 9 del Corán] es clara, pero hay que leerla a la luz del contexto de entonces, y no del actual: “¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Dios ni en el último Día, no prohíben lo que Dios y Su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente!”. En esa misma sura, aleya 73, se dice: “¡Profeta! ¡Combate contra los infieles y los hipócritas, sé duro con ellos!”. Mahoma luchó contra sus adversarios, sobre todo contra los judíos de Medina y los adoradores de ídolos de piedra. El reconocimiento del mensaje divino siempre ha ido acompañado de dramas y tragedias. No hay más que ver la historia de las religiones. Pero aquello sucedía hace 15 siglos, en unas circunstancias y un contexto determinados, vinculados a la época en que las tribus de Arabia combatían entre ellas mucho antes de la llegada del islam.
El verdadero problema es que se invite al siglo VII a asentarse entre nosotros en la época moderna. Uno no puede desplazar los contextos y la historia a su antojo, según sus necesidades. En cambio, el EI actúa como si los 15 siglos que nos separan de la aparición del islam hubieran sido borrados de un sablazo mágico.
Aunque minoritarios, algunos musulmanes son conscientes de la urgente necesidad de introducir reformas, de revisar algunos textos que son inaplicables y se han quedado caducos en el siglo XXI. Son musulmanes que están a favor del laicismo, de la enseñanza de los principios de tolerancia y respeto del diferente desde la infancia, que están a favor de los valores humanistas, y desean un islam sosegado, tranquilo y reservado a la esfera privada.
Pero esos combatientes movidos por el odio han hecho una lectura literal del Corán, tomando al pie de la letra lo que ha sido revelado. ¡Fuera metáforas, símbolos, distancia, inteligencia! Esa lectura estrecha y simplista, falsa en definitiva, es la que por desgracia se impuso desde el siglo XVIII, desde que Mohamed Abdel Wahab, un teólogo saudí, aplicó el dogma de la sharía, que ha dado lugar a ese islam rígido e integrista denominado wahabismo. Arabia Saudí y Qatar siguen ese rito.
¿Cómo puede atraer ese mensaje brutal del EI a unos jóvenes europeos de cultura musulmana o conversos? Esa visión del islam y de sus promesas seduce a unos chicos de identidad poco consolidada que se imaginan que en ese combate hallarán su razón de ser y de vivir. El discurso y las acciones criminales de Al Bagdadi han sido posibles porque en la mayoría de los países musulmanes el sistema democrático y el Estado de derecho no están realmente establecidos; porque la sociedad occidental no ha dado una oportunidad a esos jóvenes de origen inmigrante, y ello ha facilitado que se sientan atraídos por la arriesgada aventura de la yihad; porque son percibidos como europeos de segundo orden y constatan que impugnar el sionismo y solidarizarse con los palestinos se considera antisemitismo; porque el discurso de los que los reclutan los convence, y suponen que han encontrado lo que les falta: una identidad que los reconforte y les dé seguridad. ¡Lo paradójico es que su razón de vivir los conduzca a morir como mártires con la promesa de un paraíso!
El Estado Islámico es rico y paga a sus combatientes con dinero contante y sonante
Algunos se van a Siria y a Irak por estos motivos, otros lo hacen por afán de aventura y por dinero. El EI es rico y paga a sus combatientes con dinero contante y sonante. El islam se extravía entre esas consideraciones, y así podemos ver a mujeres de negro, tapadas de la cabeza a los pies, que reprochan a otras, también cubiertas de arriba abajo, que el manto que las cubre no sea lo bastante tupido… Y en nombre de ese islam nostálgico de sus primeros tiempos, el EI ocupa la tercera parte de Irak y la cuarta parte de Siria. Es lo que la coalición internacional desearía evitar con sus bombardeos cada vez más intensos. Pero ahora ya sabemos que esas intervenciones no son eficaces y que la solución ha de llegar de los propios países musulmanes. Tardará en dar sus frutos, pero se podría empezar por pequeños y sencillos pasos, tales como revisar los manuales escolares, poner en práctica una pedagogía ambiciosa para luchar de manera profunda y objetiva contra la ignorancia, contra esas desviaciones que llevan al terrorismo y a ese miedo absurdo al islam y a los musulmanes.
Traducción de Malika Embarek López.
Tahar Ben Jelloun es escritor marroquí, ganador del premio Goncourt. Su nuevo libro se llama El islam que da miedo (Alianza).

El islam que da miedo, nuevo libro de Thar Ben Jelloun

el islam que da miedo-tahar ben jelloun-9788491040545
 
EL ISLAM QUE DA MIEDO (En papel)

TAHAR BEN JELLOUN , ALIANZA EDITORIAL, 2015
ISBN 9788491040545

Datos del libro

Nº de páginas: 120 págs.
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: ALIANZA EDITORIAL
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788491040545
424 libro de Islamismo

Después de los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York, de la estación de Atocha de Madrid, del metro de Londres, de la revista" Charlie Hebdo" de París, de las crueles ejecuciones del Daish en Siria, de la amenaza islamista en Libia, Nigeria, el Sahel... ¿Debemos tener miedo al Islam? ¿Es una religión violenta y ant idemocrática por naturaleza? Tahar Ben Jelloun nos da la respuesta a través de una conversación con su hija, francesa y musulmana como tantos jóvenes en Europa. De forma sencilla, nos aclara los orígenes del Estado Islámico, de cómo y por qué captan jóvenes en las redes, del integrismo religioso y de la oposición al mismo de la gran mayoría de los musulmanes que lo ve como una desfiguración de la verdadera fe en Alá y de su mensaje de paz, de la belleza del Corán y de los valores del islam... Repasa la situación en Oriente Próximo, en Túnez, en Turquía..., de la mujer en las sociedades musulmanas. Nos habla de la yihad, del laicismo, la tolerancia, la democracia... Al mismo tiempo que nos hace reflexionar sobre el desinterés de los europeos sobre la situación económica y social de los jóvenes musulmanes, inmigrantes de primera y segunda generación, que pueblan nuestras ciudades."

jueves, 24 de septiembre de 2015

Bartek se presenta


Todos deberíamos ser feministas

Feminista feliz y que no odia a los hombres

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie se rebela contra el machismo. Y contra los tópicos

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Videocrítica | Carlos Pardo comenta 'Todos deberíamos ser feministas' de Chimamanda Ngozi Adichie.
Las feministas son mujeres infelices porque no encuentran marido, el feminismo es antiafricano, las feministas están siempre enfadadas y no usan desodorante. Tales tópicos, oídos de una forma más o menos velada pero con persistencia, llevan a la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie (1977) a definirse al comienzo de este librito como “feminista feliz africana que no odia a los hombres y a quien le gusta llevar pintalabios y tacones altos para sí misma y no para los hombres”. Y es que el término feminista es uno de los más cargados de connotaciones negativas que existen, lo que quizá sea la demostración más evidente de que el “feminismo” (el feminismo que busca sus propias estrategias y no se deja manipular por unas reglas del juego y unos usos lingüísticos que hacen trampa ya antes de que comience la partida) sigue siendo una bandera por la que luchar desde múltiples ámbitos. Un problema de “derechos humanos”, pero, como recalca Adichie, un problema “específico”.
Chimamanda Ngozi Adichie, en la Feria del Libro de Fráncfort en 2014 / AFP
En esta breve conferencia hoy convertida en libro, Adichie no solo se conforma con enumerar los micromachismos cotidianos a los que parece abocarnos una concepción descafeinada del asunto: los camareros siempre esperan que paguen ellos, las mujeres se ocupan de labores del hogar y ceden un poco en su carrera profesional para mantener la paz doméstica. También combina datos objetivos (un 52% de la humanidad son mujeres, pero “cuanto más arriba llegas, menos mujeres hay”, y cobran menos por los mismos trabajos), relata anécdotas que recuerdan a la extrañeza empática de sus novelas (la mujer negra que entra sola en un hotel de Nigeria y es tomada por una prostituta) y, sobre todo, se centra en la estructura de nuestro pensamiento, en la educación. Por ejemplo, la niña que saca la mejor nota de clase porque aspira a ser delegada, pero a la profesora se le olvida matizar que sólo los niños varones pueden serlo: “Si hacemos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si vemos la misma cosa una y otra vez, acaba siendo normal. Si sólo los chicos llegan a monitores de clase, al final llegará el momento en que pensemos, aunque sea de forma inconsciente, que el monitor de clase tiene que ser un chico. Si solo vemos hombres presidiendo empresas, empezará a parecernos natural que solo haya hombres presidentes de empresas”. Porque para Adichie lo realmente peligroso de este concepto esencialista de la diferencia entre mujeres y hombres, disfrazado casi siempre de virtudes positivas (sentimiento, dulzura…), es que “prescribe cómo tenemos que ser, en vez de reconocer cómo somos. […] Chicos y chicas son biológicamente distintos, pero la socialización exagera las diferencias”.
Ahora nos preguntaremos qué nos aporta la visión de una escritora nigeriana que no quiere salirse de su contexto africano, sino que se reafirma en algunas costumbres sociales que los españoles creemossuperadas. Lo primero, la demostración de la pervivencia de una estructura machista en cualquier sociedad, por muy desarrollada que se piense. El machismo no es sólo el pasado histórico. Es también el pasado vital, es decir, nuestra infancia. Pero también nuestro presente: segregación en las escuelas apoyada por algunos Gobiernos, la violencia machista en grupos de personas cada vez más jóvenes. Así que no es extraño que esta conferencia dictada para el TEDxEuston en 2012 parezca hablarnos a los españoles de ahora.
Adichie es una narradora con un estilo claro y sugerente, sin tiempos muertos, de las que enganchan desde el principio de la frase. Lo ha demostrado en las tres novelas escritas en inglés (desde los 19 años vive entre Estados Unidos y Nigeria) que la han hecho célebre: La flor púrpura (2005), Medio sol amarillo(2007) y la ambiciosa historia de amor y colonización, entre Lagos y Brooklyn, que es Americanah(2013). Parecería que los escritores llamados poscoloniales (algunos africanos de su generación como Teju Cole o Binyavanga Wainaina) están llamados a dar, desde lo local, la medida del mundo en el que vivimos con una complejidad y lucidez que uno envidia en otros países colonizadores y colonizados a un tiempo, como el nuestro.
La Kirkus Reviews dijo de Todos deberíamos ser feministas que era una lectura obligatoria para estudiantes y profesores. Lo es como invitación a pensar en la vigencia del feminismo. Y si uno quiere una lectura más profunda de la estructura violenta del género o de la base machista de nuestra cultura, puede continuarlo con Judith Butler(Dar cuenta de sí mismo) o Silvia Federici (Calibán y la bruja).
Pero este libelo es sobre todo una invitación a la lectura de las novelas de la propia Adichie, por ejemplo esa joya que es Americanah.
Todos deberíamos ser feministas. Chimamanda Ngozi Adichie. Traducción de Javier Calvo. Literatura Random House. Barcelona, 2015. 62 páginas. 4,90 euros.

La peregrinación a la Meca,5º pilar del islam

La Peregrinación a Meca

Sabed que todo musulmán es un hermano para otro musulmán, y que ahora formáis una gran fraternidad.

21/07/2005 - Autor: Mario Satz - Fuente: Webislam
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La Piedra Negra, en la Kaaba
La Piedra Negra, en la Kaaba
En el centro mismo de la ciudad musulmana de La Meca se levanta el cubo de la Kaaba, sagrado edificio que consta de una sola estancia completamente vacía. Cubierta por una cortina negra de brocado que se renueva cada año, ese tono al que los místicos del Islam llaman fehm, el color del carbón, alude a la sabiduría, pues quien toca la piedra santa tras un peregrinaje que le ha llevado meses y hasta años, ése ha tocado el eje que une el cielo a la tierra.
El cielo es negro y sus estrellas son santos ascendidos. Es vasto e infinito y tiene, a su vez, un cubo en la estrella polar, cubo en el que se inserta el eje que sube en ángulo recto desde la Kaaba, de tal modo que existen dos ruedas, la humana que forman los peregrinos que dan siete vueltas alrededor del monumento, y la divina que llevan a cabo las estrellas en torno a la polar. De este modo, en la culminación del peregrinaje, en su punto álgido, hombres y mujeres, vestidos de un impoluto blanco, imitan a los astros y pierden para siempre su mirada humana en el negro más hondo del espacio sideral representado por el manto de brocado que cubre el cubo santo. Se aniquilan ante Dios o Alláh, dejan de ser átomos separados y por unos momentos viven la reconstrucción cosmogónica del universo a partir de un encendido punto de luz. Peregrinar es, para un musulmán, morir al espacio y al tiempo, pues una vez que el viajero llega a la orilla del mundo y se zambulle en la corriente vertical de su eje, el Creador lo recibe en su océano de paz.
Más que cualquier otra obligación o precepto, el que todo creyente musulmán ortodoxo debe realizar al menos una vez en su vida es la peregrinación o hadj a La Meca, la cual ha resultado ser el gran vínculo que une entre sí a los musulmanes de todo el mundo. Durante el hadj todos llevan las mismas ropas blancas sin costuras, se abstienen de comercio sexual, no se afeitan ni se cortan el pelo y no infieren daño a ningún animal ni a ninguna planta. No basta con visitar la ciudad santa y cumplir con los ritos, pues el peregrino debe sentir que se disuelve, que se funde a un vasto cuerpo que lo supera, el de la Umma o gran familia islámica que no distingue sexos, razas ni clases sociales.
Una vez ante el sagrario, es preciso cumplir con tres preceptos fundamentales. Tan pronto el peregrino llega a La Meca debe dar siete vueltas a la gran piedra, en uno de cuyos ángulos existe un meteorito que contiene hierro extraterrestre, en memoria deAlrukaba, la estrella polar, de la cual procede. Tres vueltas se deben dar a toda carrera y cuatro a paso ligero, porque el tres resume, como cifra, los movimientos del cielo, las fases a través de las cuales el Uno se manifiesta; y cuatro son las direcciones de los cuatro orientes, más fijos, al estar en el horizonte, de lo que están las referencias celestes. Cada vez que el peregrino pasa delante de la piedra negra se detiene para besarla o - si hay demasiada gente- para tocarla con una mano o con su báculo de viajero.
El segundo de los ritos que se prescriben se llama "peregrinación pequeña", ceremonia en la cual los participantes evocan a Agar, la madre de Ismael, que buscaba agua desesperadamente para que su hijo no muriera de sed. Siete veces se recorre el pelado y calcinado valle que separa las colinas Safa y Marwa. Finalmente, llega el momento de la peregrinación a la llanura de Arafat, en donde está la Montaña de la Gracia. Allí los peregrinos, y desde el mediodía hasta el ocaso, "permanecen ante la faz de Dios", y con este movimiento culminan el viaje hacia el Uno Mismo, el Misericordioso, el Clemente, eje de los ejes del mundo. Quien no cumple con esta parte del peregrinaje, se dice, no completa su destino, y todo el mérito que podría haber acumulado en el hadj es nada si no se sube a la Montaña de la Gracia. Allí, un monolito blanco recuerda el lugar donde Adán y Eva volvieron a juntarse tras la expulsión del Paraíso. Se cree que Mahoma predicó desde aquí su último sermón, el de despedida, en el que dijo:
"Sabed que todo musulmán es un hermano para otro musulmán, y que ahora formáis una gran fraternidad." Este monte debe subirse descalzo y el esfuerzo que representa no es poca cosa, por cuanto sus aristas pedregosas queman tanto de día como de noche. Al parecer, para un musulmán no hay privilegio mayor que pasar un viernes rezando junto a la Kaaba. Así, y tras beber agua del pozo de Semsem, cuya existencia se remonta a los días de Abraham el patriarca, el viajero impregna su túnica con ella y decide que será tu mortaja, pues en el fervor de sus plegarias le promete al Único que ese viaje no es sino el modelo de una entrega posterior, ya que llegada su hora tendrá la mente firme y ligada a la Kaaba.
En el mundo de los símbolos-y el peregrinaje lo es en grado sumo-, nada es ni puede ser casual. Las figuras ancestrales se hacen presentes, lo desunido se une, lo incoherente adquiere sentido. De la piedra negra de la Kaaba al monolito blanco del Arafat el peregrino reeditará, por lo tanto, la revelación de su androginia original, vívida en el primer hombre, el Adán bíblico que es también el coránico. Puesto que si Adán y Eva se reunieron allí tras la expulsión, él mismo unirá en su interior su parte femenina a su parte masculina a semejanza de los ancestros míticos. Más aún: la Kaaba y muy especialmente su meteorito, son como un desdoblamiento de Alrukaba, la estrella polar, en la que en un principio todo estaba subsumido. Masculino el astro, femenina la piedra; activo el cielo, pasiva la tierra, pero unidos ahora por la imaginación y la fe, constituyen una especie de invisible Escala de Jacob cuyo ascenso está garantizado a los muminim o creyentes que lleguen a La Meca, pues no todos arriban a destino aunque todos sean convocados a cumplir con el hadj.
Tal vez no exista mayor aproximación emocional a la experiencia del peregrinaje humano desde el punto de vista musulmán y monoteísta que este fragmento del poeta Farid Uddin Attar, quien en su Mantir Uttair o Lenguaje de los pájaros, anotó (1):
"El alma de estos pájaros se anonadó por completo de temor y vergüenza, y su cuerpo, quemado, se convirtió en polvo como el carbón. Cuando estuvieron así purificados y libres de todo, encontraron una nueva vida en la luz del Simurg. Nuevamente se convirtieron en servidores y por segunda vez fueron sumidos en la estupefacción. Todo lo que habían podido hacer antes fue purificado e incluso borrado de sus corazones. El sol de la proximidad disparó sus rayos sobre ellos y su alma se volvió resplandeciente. Entonces, en el reflejo de su rostro estos treinta pájaros si murg (2) mundanos contemplaron la cara del Simurg espiritual. Todos se apresuraron a mirar a este Simurg y se aseguraron de que no era otro que si murg.
Ignoraban si seguían siendo ellos mismos o si se habían convertido en el Simurg. Por eso se aseguraron de que los treinta peregrinos que habían llegado a ver al rey de los pájaros era el Simurg y que el Simurg eran ellos. Por eso, cuando miraban hacia el Simurg, veían que era efectivamente el Simurg el que estaba en ese lugar, y si acaso dirigían las miradas hacia ellos mismos, veían que ellos eran el Simurg. En fin, cuando miraban a ambos lados a la vez se aseguraban de que ellos y el Simurg no formaban en realidad más que un solo ser. Ese único ser era el Simurg y el Simurg era ese ser. Nadie en el mundo oyó decir algo parecido. Entonces se sumieron todos en el embeleso y se entregaron a la meditación sin poder meditar. Como no comprendían nada de ese estado de cosas, interrogaron al Simurg sin servirse de la lengua; y le pidieron que les desvelara el gran secreto, que les diera la solución del misterio de la pluralidad y de la unidad de los seres.
Entonces el Simurg les dio, sin utilizar tampoco la lengua, esta respuesta: ‘El sol de mi majestad-dijo-, es un espejo; el que viene se ve en él, en él ve su alma y su cuerpo, se ve todo entero. Puesto que habéis venido hasta aquí treinta pájaros, os encontráis treinta pájaros en el espejo. Si vinieran aún cuarenta o cincuenta pájaros, la cortina que oculta al Simurg se abriría de igual modo. Y aunque hayáis cambiado totalmente, os véis igual a como érais antes’."
Attar, farmacéutico, poeta y peregrino persa del siglo XIII, veló su viaje a La Meca en este magnífico poema alegórico que reproduce, por debajo de sus espléndidas y redundantes analogías y tropos, el sentimiento del peregrino, quien tan pronto se halla entre treinta como cincuenta o mil viajeros, y al que el sol de la proximidad con lo sagrado le aniquila el ego para devolverlo a la luz inmarcesible del Yo. Esa experiencia, empero, no pertenece al orden temporal, por más que el viaje se realice en tal o cual año de la vida del peregrino. El rey de los pájaros o Simurg espera de siempre hasta siempre a que se lo descubra. Y la identidad divina es una suerte espejo vacío, un espejo sin límites dicen los sufíes. La mención del polvo de carbón, fehm, indica, según hemos visto, que el negro de la túnica que cubre la Kaaba alude a la sabiduría, pero también señala que la prueba iniciática por la que ha de pasar el peregrino es una aventura de fuego, un paseo por las llamas de la voluntad. Attar mismo escribió: "El verdadero peregrino convierte el espacio en fijeza", es decir que logra extraer de él su eje, su esencia. Y el murciano Ibn Arabí anotó: "Waqif es el que se para y alude al buscador en el momento en que alcanza su objetivo, tanto si permanece en contemplación como si regresa al mundo." (3)
Ante la piedra negra, entonces, el corazón peregrino experimenta una extra sístole, un salto cuántico semejante al vivido por el viajero cristiano ante el Santo Sepulcro o la catedral de Santiago de Compostela. Allí se hace cierto este juicio de Ibn Arabí: "El tiempo es una espada afilada; si no la cortas te corta ella a tí." Si jamás emprendemos un camino que los resuma todos, de nada habrán valido nuestros muchos viajes. En todas las tradiciones espirituales se nos dice que hay que emplear el tiempo para caminar hacia lo eterno. Suele suceder que, una vez llegados a orillas del río inmortal, el tiempo mismo es visto como inagotable, y las generaciones humanas como plumas de ese pájaro maravilloso que es el Creador, del que somos su cuerpo si y El es nuestro vuelo. Somos sus ojos si El es nuestra mirada.
Hijo del momento o waqt, el sufí es, en tal sentido, un peregrino constante al que el viaje a La Meca ofrece una metáfora completa de la conversión del plomo en oro o, si se quiere, del carbón en luz. Pronunciada, antes de llegar a destino, la fórmula ritual llamada talbiya que dice: "Heme aquí delante de Ti, Señor, heme aquí en Tu presencia", el peregrino confiesa que su entrega es verdadera, total. Realizadas las correspondientes abluciones y despejada de la cabeza cualquier idea mundana, se vestirá con el blanco mismo del sol de la aniquilación y habrá unificado en sí mismo todos los colores y todos los matices. Si eventualmente regresa a la Kaaba, entonces volverá a vivir lo mismo con más profundidad. Pero si, por casualidad, no vuelve jamás a La Meca, habrá cumplido en el hadj con aquello que los maestros sufíes denominan"atravesar los siete valles para llegar a ser quien se es."
Antes de dejar Sinkiang en su primer hadj o peregrinación a La Meca, Abdul Chan, injertador y podador al servicio de los señores de su tierra, leyó la misteriosa frase de Attar el Perfumista que dice: "El verdadero peregrino transforma el espacio en fijeza". Alguien, cuyo rostro se había esfumado con el polvo de las rutas y la procesión de las nubes, se la había obsequiado tras su regreso de la Kaaba, ese cubo negro de la rueda terrestre que, por encima y hacia la bóveda celeste, conecta al creyente con Alrukaba, la Estrella Polar, en cuyo centro de luz se inserta, llegado a su vera, para siempre la conciencia del peregrino. Ingenuo y fervoroso adorador del Único, Abdul Chan dejó sus gardenias al cuidado de su mujer y emprendió el camino.
Atravesó ríos, cruzó puentes, cabalgó desiertos, caminó por valles envueltos en la luz malva de las tardes secas, comió y ayunó, ayunó y bebió de pozos cuya agua sabía a misterio y a sal de muertos, compartió el té de los nómadas y el cordero de los sedentarios, rezó a cielo descubierto en amaneceres brillantes de rocío y meditó sobre la grandeza del Creador en mezquitas que parecían grandes tableros de ajedrez y en cuyos muros la escritura anunciaba prodigios que aún estaban por ocurrir. Promesas e instrucciones para la frente despierta del viajero. Mientras peregrinaba, Abdul Chan, el injertador y podador, experto en gardenias de increíble blancura y ágiles jazmines trepadores, constató que el número de personas que seguían su misma senda crecía. Primero fueron doce, luego cincuenta, más tarde cien, hasta que, al llegar a Medina, comprendió que el grado más alto de la devoción se llama silencio y la más noble de las fraternidades sonrisa. Para adquirir el ihram o la santificación el peregrino mudó sus ropas, se rapó, hizo las abluciones de rigor y comenzó a repetir, con creciente alegría,talbyatalbya, heme aquí, heme aquí, en el momento en que el perímetro del santuario estuvo a la vista. La presión de los cuerpos de los peregrinos que lo rodeaban se hacía cada vez más poderosa y, bajo sus efectos, Abdul Chan se sentía como una gota de agua atraída por un océano insondable, pues ciertamente aquel vasto despliegue de túnicas blancas y de báculos, de rostros en trance y mujeres extáticas, de niños, ancianos, cojos, mudos, ciegos, viudos, ignorantes y sabios, pobres y ricos, sanos o enfermos, oscilaba como una marea cruzada por mil espumas, un despliegue en medio del cual, y a pesar de su aparente caos, brillaba el orden espiritual. La calma, la serena calma de lo unánime estaba allí, el cuerpo de todos en los pasos de cada uno y el organismo de la Umma en los ojos de cada quien estaba allí. Abdul Chan era una rareza asiática en medio del enorme ramo de rostros semitas, pero no la única. De pronto, el heme aquí, el talbya que estaba por encima de las diversas lenguas y los distintos orígenes y las muchas procedencias, sonó a sus oídos como el susurro de una ola que por fin llega a su playa. Cerró los ojos.
Cerró los ojos en el comienzo del tawaf o la séptuple circunvalación dejándose arrastrar por los demás, cuerpo a cuerpo en el flujo humano, en la corriente de la especie, en los pétalos que sobre pétalos revelaban ahora a su olfato el perfume exquisito de las gardenias que cuidaba muy lejos de allí, en Sinkiang. A cada giro, entre el aliento del gnóstico y la sonrisa del extraviado, Abdul Chan se percibía simultáneamente próximo al relieve de la Kaaba y sentado en su silla labrada por la lluvia, rodeado por las pinzas y cuchillos de su oficio. Entonces, en su sexta o séptima vuelta, cuando iba a depositar el beso ritual sobre la piedra divina, Abdul fue succionado a lo largo del eje invisible que unía el santuario a la estrella Alrukaba, polo de los navegantes, guía luminosa del cielo, y oyó su nombre coreado por miles de seres: como todos, también él se llamaba rodilla, genuflexión, amor, hallazgo, certidumbre. Aquella experiencia lo remontaba a los siete sépalos verdes de la gardenia, a las siete vueltas que la flor daba sobre sí misma, girándole la mente en el interior de su cráneo y situando a las direcciones del espacio en equitativa distancia del centro que las coordina y emana, Abdul Chan.
De regreso a su país, cruzando otra vez el lecho hirviente de los desiertos de roca, entre el estupor de la nieve lejana y las flores rojas de las colinas negras, saciado su espíritu, el peregrino se preguntó cómo puede saber la semilla de qué color son las hojas y las ramas si no sube al árbol, cómo puede saber uno que es uno mismo si no sale de si y, recorriendo los extremos de su peregrinaje, entre los hombres y las mujeres del mundo, entre quienes mueren y quienes nacen, junto a los que gozan y padecen, halla por fin el asiento de su reposo. El pan, el hierro, el número o la piedra de su oficio. Tal era el secreto de la frase de Attar el Perfumista, la fijeza de un espacio móvil que revela cuánto vale lo que se tiene cuando se está lejos de ello, cómo huelen las gardenias más allá de su estación, cuánta oscuridad es necesaria para que la blancura exhale, por fin, su comprensivo aroma. Abdul Chan fue a agregar tierra de castaños a los tiestos de sus flores y vio, en su grumosa, oscura opacidad, en su fértil y flexible substancia, la Kaaba del Único, el cubo de la rueda de su propio ser.
Cuando la semilla entiende todo lo que el árbol ha hecho por ella, desciende al suelo segura de su ulterior resurrección.


Notas

(1) Attar: El lenguaje de los pájaros, Visión Libros, Barcelona, 1978.

(2) En persa, lengua en la que está escrito el largo poema de Attar, si murg equivale al número treinta, de ahí que se trate de un juego de palabras. Dios, el Creador, será igual a los que lleguen a El.

(3) Ibn Arabí: Viaje al Señor del poder, Sirio, Málaga, 1986.

El otoño

Después de un caluroso y tormentoso verano, llega este miércoles oficialmente el otoño a las 10h y 21 minutos. Es el día del equinoccio de otoño y el día dura el mismo número de horas que la noche. Esta nueva estación, una estación que durará 89 días y 20 horas acabando el 22 de diciembre con el comienzo del invierno. Por eso desdeeltiempo.es os traemos una lista de siete cosas que debes saber sobre este otoño. ¡No te las pierdas!
otoño2015
  1. ¿Por qué la fecha varia de un año a otro?
La fecha en la que comienza el otoño varía de un año a otro. Las cuatro fechas en las que suele variar son entre el 21 y el 24 de septiembre, pero en este siglo solo oscilara entre el día 22 y 23. El motivo por el que la fecha varía de un año a otro se debe al modo de la secuencia de los años según el calendario, ya que unos años son bisiestos y otros no, con la duración de cada órbita de la Tierra alrededor del Sol (duración conocida como año trópico).
  1. Equinoccio de otoño: El día en el que el número de horas de día es igual al de la noche
El equinoccio es un evento astronómico que ocurre dos veces al año, y en pocos días viviremos el de otoño. El equinoccio de otoño se caracteriza porque el sol se sitúa en el plano del ecuador terrestre de tal modo que el día tiene una duración igual a la de la noche en todos los lugares de la Tierra. De hecho al palabra equinoccio proviene del termino latín “aequinoctium” que significa “noche igual”.
equinoccios2
  1. Es la época del año en que la longitud del día se acorta mas rápidamente
Esta es la época del año en que la longitud del día se acorta más rápidamente. El Sol sale por las mañanas cada día un poco más tarde que el día anterior y por la tarde se pone antes, siendo el acortamiento del día especialmente apreciable por las tardes. En definitiva, al inicio del otoño el tiempo en que el Sol está por encima del horizonte se reduce en casi tres minutos cada día a las latitudes de la península.
  1. Cambiaremos la hora
El último domingo de octubre, toca como es habitual cambiar los relojes. La madrugada del domingo 25 de octubre tendremos que retrasar el reloj desde las tres de la mañana hasta las 2 (hora peninsular, en Canarias de las 2 pasarán  la 1 de la madrugada), por lo que dormiremos una hora más.
  1. Eclipse de luna: Superluna y Luna de Sangre
Un eclipse total de Luna tendrá lugar en la madrugada del 27 al 28 de septiembre y será visible desde toda Europa, África y América. Ese día, la Luna estará en fase llena y se verá particularmente brillante y de gran tamaño aparente (superluna).
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A las 2.12 h de la madrugada (hora peninsular española), nuestro satélite entrará en la zona de penumbra creada por nuestro planeta. La totalidad se producirá cuando la Luna se encuentre completamente oscurecida, lo cual se iniciará a las 4.11h. Llegará a su máximo a las 4.48h, para terminar a las 5.23h.
El 28 de septiembre no solo vamos a elogiar a la Luna con el eclipse total ya que además será una “Súper Luna”, esto quiere decir que estará en perigeo convirtiéndola en la Luna más cercana a la Tierra en el 2015 y la última luna de sangre de este 2015.
  1. Un otoño más lluvioso ¿y más caluroso?
Después de este caluroso verano, en términos generales, y de un otoño de 2014 que fue el más cálido de nuestra historia desde 1961, la pregunta es ¿cómo se avecina este otoño 2015?
De acuerdo con la predicción realizada se espera que este otoño (SON) las temperaturas sean ligeramente más altas de lo normal con respecto a la media de los años comprendidos en 1981-2010 en la mitad este y centro peninsular, así como en el sur-suroeste, Baleares y Canarias.

Además se esperan más lluvias de lo normal en el nordeste peninsular, Pirineos, Comunidades del Mediterráneo, centro y sudeste peninsular, gran parte de Andalucía y Baleares.
7.     Las Dráconidas, Leónidas y Gemínidas ¡Lluvias de estrellas otoñales!
La primera lluvia de meteoros importante del otoño es la de las Dracónidas, cuyo máximo se da hacia el 8 de octubre. Otra lluvia de meteoros popular en otoño es la de las Leónidas, que se da alrededor del 17 de noviembre y que ocasionalmente llega a ser muy intensa. La lluvia más intensa suele ser la de las Gemínidas, cuyo máximo ritmo se da alrededor del 13 de diciembre pero también la más difícil de ver ya que tanto el frío propio de este mes como a veces las inclemencias del tiempo dificultan su observación.
draconidas

Otoño en Asturias, primavera en Buenos Aires

Canción de invierno y de verano


Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo en sus cabos,
mientras los baladros soleados arrastran por la superficie del Pacífico sur bellas bañistas.

Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.

Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
— rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.

Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba —detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.

Pero jamás en el mismo día.


ANGEL GONZÁLEZ

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lunes, 21 de septiembre de 2015

Europa traiciona sus principios y sus leyes


“Europa traiciona sus principios y sus leyes”

José Antonio Bastos, presidente de Médicos sin Fronteras (Jaca, 1961), recorre el mundo para mitigar el horror. El dolor de los refugiados muestra el fracaso del sueño europeo











¿Por qué tanta crueldad? Siempre ha estado; nunca hubo una etapa dorada en la humanidad. Ahora hay muchos más seres humanos en el mundo, se producen cambios demográficos, se atenta contra el clima. Después de la II Guerra Mundial se creó la fantasía de los derechos humanos. Hubo organismos y acuerdos que han fallado estrepitosamente. Y lo último, lo que ahora desemboca en Europa.
Que no ha tenido aquí una respuesta muy generosa. Sí en la ciudadanía. La primera respuesta de los Gobiernos ha sido como para exclamar: ¡Pero en qué mundo vivimos! ¿Qué ha pasado con todo el progreso que hubo en cien años? ¿Dónde se quedó para que se espere a que se ahoguen más personas y acabar con el efecto llamada? Es brutal.
Europa es el dedo en la llaga. Traiciona sus principios y sus leyes. Generó la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados tras aquella guerra, y los han traicionado brutalmente en estos últimos meses. Ahora empieza a despertarse un poco, pero ha sido una traición brutal. No es sólo el aumento de la crueldad, sino el desnivel tan enorme que queda entre lo que habíamos creído que somos y cómo nos estamos comportando, tan mezquinos.
¿Por qué sucede esto? Ni idea, no soy ni antropólogo ni filósofo. Desde la perspectiva de Médicos sin Fronteras, la década de los 2000 empezaba a pintar mejor. La guerra contra el terror fue brutal, y azotó Afganistán, Irak… Y ahí se sentaron los precedentes de la perversión y la manipulación que vivimos luego.
Por lo que se ve, el hombre puede ser más cruel que la naturaleza. Sin duda, ¡pero desde Caín y Abel! Mira el holocausto. Desde Ruanda, los Balcanes o Sudán, donde hay un ensañamiento particular con los civiles, me he dado cuenta de que la naturaleza humana es realmente bipolar, la bella y la bestia, el monstruo y el solidario. Los grupos se sitúan a los dos extremos y una mayoría inmensa se deja influir. Por eso me preocupa que líderes de opinión pasen mensajes populistas de animadversión o de odio.
Ha pasado ahora. En esta crisis de refugiados los ha habido, sí. Empezaron con el Gobierno británico: falacias que tienden a deshumanizar y a sembrar miedo ante los que vienen. Y en España: que vengan 17.000 refugiados no se va a notar en ningún sitio. Si hay alguna intención de un grupo armado internacional de atentar contra España tiene mil opciones de venir: en avión, y en business, pueden ser retornados del Estado Islámico… Cameron dijo que la identidad europea de Gran Bretaña estaba en peligro porque había 3.000 africanos queriendo entrar. Las mentiras simplificadas siembran el odio.
¿España colaboró a dar esa impresión? Hubo mensajes inaceptables, que han corregido rápido. Me refiero al mensaje alarmista sobre los yihadistas. O el mensaje de que no podían hacerse cargo de 4.000. Fue una mentirijilla blanca, pero no tan peligrosa como aquella que instigaba al miedo y al odio.
¿Qué es lo peor que ha visto en ese ámbito de la crueldad humana? No con mis ojos, pero estaba cerca: el asesinato premeditado, cruel, infligiendo el mayor tormento posible de civiles… El psicópata que existe en nuestra naturaleza provoca estas situaciones. Cuando el psicópata consigue convencer a la mayoría, la mayoría enloquece como ocurrió en Ruanda o en la guerra de los Balcanes.
¿Estamos acolchados ante la crueldad? No se puede generalizar. La exposición repetida de imágenes es cierto que puede crear insensibilidad en la gente, pero también produce una movilización enorme.