¿QUIÉN ERA PAPUSZA?
Bronislawa Wajs, Papusza
Bronislawa Wajs conocida como Papusza (Muñeca, en lengua Rromaní) nació en Lublin el 17 de agosto de 1910 y murió en Inowrocław el 8 de febrero de 1987. Toda su vida transcurrió en Polonia y cuando aconteció su muerte apenas nadie se enteró.
La familia de Papusza era nómada, en su familia eran arpistas y transportaban sus grandes instrumentos de cuerda en sus giras que iban del norte de las poblaciones lituanas hasta las Tatras orientales.
En esa vida nómada, Papusza aprendió a leer y a escribir en los días que la Kumpania se paraba cambiando pollos por lecciones y libros que iba guardando creando una pequeña biblioteca que la acompañaba. Un gran esfuerzo por vencer el analfabetismo y mas teniendo en cuenta el hecho de ser mujer y las dificultades que eso encierra a nivel de tradiciones a las que tuvo que enfrentarse para seguir sus sueños. En los años 20 que un Rroma supiera leer y escribir era algo insolito.
A los 15 años la casaron con un arpista mas mayor que ella y con prestigio en la Kumpania, boda que no fue del agrado de Papusza , motivo por el cual decidió no tener descendencia, fue entonces cuando se dedico a cantar.
Eso despertó su creatividad y empezó a componer letras para las canciones basadas en la tradición Rroma, lo que le sirvió como medio de expresión de sus inquietudes poéticas.
Durante la Guerra Papusza perdió mas de un centenar de familiares suyos pero esta tragedia no la hizo abandonar aunque si la hizo darse cuenta de que se avecinaban grandes cambios en la forma de vida Rromaní, el nomadismo llegaba a su fin y así lo expreso en algunos poemas.
Oh, Señor, .adonde debo ir?
.Que puedo hacer?
.Donde puedo hallar
leyendas y canciones?
No voy hacia el bosque,
ya no encuentro ríos.
!Oh bosque, padre mio,
mi negro padre!
El tiempo de los gitanos errantes
paso ya hace mucho. Pero yo les veo,
son alegres,
fuertes y claros como el agua.
La oyes
correr
cuando quiere hablar.
Pero la pobre no tiene palabras…
… el agua no mira atrás.
Huye, corre, lejos, allá
donde ya nadie la vera
Nadie me comprende,
solo el bosque y el río.
Aquello de lo que yo hablo
ha pasado todo ya, todo,
y todas las cosas se han ido con ello…
Y aquellos años de juventud.
Papusza en el centro de la fotografía
En el año 1950 aparecen publicados algunos poemas de Papusza en la revista Problemy acompañados de una entrevista a Fikowski y una traducción al Rromaní de la Internacional Comunista. Fikowski, fue el autor de la que se considera la obra mas importante sobre los judios polacos y se convirtió en asesor de Papusza. Este interés surge al considerar Fikowski que los poemas de Papusza podrían instrumentalizarse con fines propagandísticos entre los Rroma apoyando la política de sedentarización desarrollada por el Gobierno Polaco con los alrededor de 15.000 gitanos supervivientes del Holocausto.
Durante la década de los 50 en Polonia se desarrollo todo un programa de asimilación y sedentarización forzosa que no finalizaría hasta casi 20 años después y formaba parte de la política pro-soviética de productivización. Y así sucedió en el resto de países limítrofes como Checoslovaquia, Bulgaria o Rumanía.
Papusza, una mujer adelantada a su época
Algunos, entre ellos Fikowski, consideraban que este proceso resultaría beneficioso y mejoraría la calidad de vida de los Rroma, como siempre sin preguntar ni tener en consideración a los propios afectados.
Esta utilización de sus poemas como instrumento propagandístico causo no pocos problemas a Papusza que recibió la visita de un grupo de emisarios Rroma que la amenazaron al considerarla precursora de esta campaña de asimilación y colaboradora de un “gadjo”. Sus años de defensa al Pueblo Rrom no sirvieron para acallar las palabras y así se expresaba Papusza.
Nadie me comprende,
solo el bosque y el río.
Aquello de lo que yo hablo
ha pasado todo ya, todo,
y todas las cosas se han ido con ello…
Y aquellos años de juventud.
Papusza fue condenada a la exclusión y al ostracismo.
En realidad fue utilizada y mal interpretada. Intentó recuperar su obra creativa y la autoría de la misma pero fue rechazada por el Sindicato de Escritores Polacos, intentó también impedir la publicación de un libro de Fikowski que incluía algunos poemas suyos y en un intento desesperado quemó toda su obra. Escribió a Fikowski pidiendole que no publicara estos poemas … “Si publicas esas canciones me desollarán viva, mi gente quedará desnuda frente a los elementos”.
La publicación del libro traería consigo la intervención de la justicia Rroma que la declaró impura y la expulsó del grupo. Esta exclusión irreversible provoco su internamiento en un centro psiquiátrico durante 8 meses.
Durante los 34 años de vida que le restaban, hasta su muerte en 1987, Papusza vivió sola y en completo aislamiento siendo rehuida por su generación y desconocida por la siguiente, solo a finales de los 60 algunos poemas vieron la luz. Nunca más volvió a cantar.
En nuestros días se sigue sin hacer justicia a la memoria de Papusza. Algunos intelectuales Rroma como Andrezej Mirga ha conseguido que se realicen algunos homenajes póstumos.
A Fikowski se le considera un traidor a pesar de que se le reconoce su trabajo académico y que gracias a él se sigan conservando algunos de sus poemas.
Papusza fue la victima de dos fuegos cruzados que hicieron de ella una utilización interesada, por un lado, para difundir propaganda política y, por otro, para dar un castigo ejemplar a una mujer adelantada a su época que huyó de las rígidas costumbres y tradiciones Rroma vigentes en aquel entonces. Una mujer excepcional que se negó a tener tener descendencia y que luchó hasta su muerte por su libertad, su emancipación y su sueño de ser poetisa.
Lágrimas de sangre
(Como sufrimos por culpa de los alemanes en 1943 y 1944)
En los bosques. Sin agua, sin fuego – mucha hambre.
¿Dónde podían dormir los niños? Sin tiendas.
No podíamos encender fuego por la noche.
Durante el día, el humo podía alertar a los alemanes.
¿Cómo vivir con los niños en el frío invierno?
Todos están descalzos…
Cuando nos querían asesinar,
primero nos obligaron a trabajos forzados.
Un alemán vino a vernos.
-- Tengo malas noticias para vosotros.
Quieren mataros esta noche.
No se lo digáis a nadie.
Yo también soy un Gitano moreno,
de vuestra sangre – es verdad.
Dios os ayude
en el negro bosque…
Habiendo dicho estas palabras,
él nos abrazó…
Durante dos o tres días sin comida.
Todos yendo a dormir hambrientos.
Incapaces de dormir,
mirando a las estrellas…
¡Dios, qué bonita es la vida!
Los alemanes no nos dejarán…
¡Ah, tú, mi pequeña estrella!
¡al amanecer que grande eres!
!Ciega a los alemanes!
Confúndelos,
llévalos por mal camino,
¡para que los niños Judíos y Gitanos puedan vivir!
Cuando el gran invierno venga,
¿qué hará una mujer gitana con su niño pequeño?
¿Dónde encontrará ropa?
Toda se ha convertido en harapos.
Se quieren morir.
Nadie lo sabe, sólo el cielo,
solo el río escucha nuestro lamento.
¿Cuyos ojos nos veían como enemigos?
¿Cuya boca nos maldijo?
No los escuches, Dios.
¡Escúchanos!
Una fría noche vino,
La vieja mujer Gitana cantó
Un cuento de hadas gitano:
El invierno dorado vendrá,
nieve, pequeña como las estrellas,
cubrirá la tierra, las manos.
Los ojos negros se congelarán,
los corazones morirán.
Tanta nieve caerá,
cubrirá el camino.
Solo se podía ver la Via Láctea en el cielo.
En esa noche de helada
una hija pequeña se muere,
y en cuatro días
su madre la entierra en la nieve
cuatro pequeñas canciones.
Sol, sin ti,
ver como una pequeña gitana se muere de frío
en el gran bosque.
Una vez, en casa, la luna se detuvo en la ventana,
no me dejaba dormir. Alguien miraba hacia el interior.
Yo pregunté -- ¡Quién está ahí?
-- Abre la puerta, mi negra Gitana.
Vi a una hermosa joven Judía,
temblando de frío,
buscando comida.
Pobrecita, mi pequeña.
Le di pan, todo lo que tenía, una camisa.
Nos olvidamos de que no muy lejos
estaba la policía.
Pero no vendrían esa noche.
Todos los pájaros
rezan por nuestros hijos,
por eso la gente malvada, víboras, no los matarán.
¡Ah, destino!
¡Mi desafortunada suerte!
La nieve caía tan espesa como hojas,
nos cerraba el camino,
tal era la nieve, que enterró las ruedas de los carros.
Había que pisar una huella,
empujar los carros detrás de los caballos.
¡Cuánta miseria y hambre!
¡Cuánto dolor y camino!
¡Cuántas afiladas piedras se clavaron en los pies!
¡Cuántas balas silbaron cerca de nuestros oídos!
Bronislawa Papusza Wajs