El gasto que generan es compensado por un aumento del PIB, ingresos por impuestos y hasta un ligero descenso del paro
Llegada al puerto de Valencia de los refugiados del 'Aquarius'.Jose Miguel Fernandez de VelascoGTRESONLINE
Los refugiados empiezan a devolver el dinero que se ha gastado en
ellos nada más llegar. Un estudio con 30 años de datos de los
principales países europeos, entre ellos España, muestra que los
inmigrantes en general y los solicitantes de asilo en particular tienen
un efecto positivo en variables como el producto interior bruto (PIB),
los impuestos y hasta el empleo. Este nuevo trabajo confirma la idea
dominante entre los economistas de que la inmigración tiene efectos positivos y que son otras razones alejadas de la racionalidad económica las que alimentan el rechazo.
Investigadores del Centro Nacional de Investigación Científica de
Francia (CNRS) analizaron el impacto de la llegada masiva de inmigrantes
en la evolución de una serie de variables económicas desde 1985 y hasta
2015, el año de la gran crisis de los refugiados. El estudio revisa por
separado el efecto de los inmigrantes y el de los refugiados que
solicitan asilo. Los 15 países estudiados recibieron el 89% de las
peticiones de asilo en 2015, según datos de Eurostat.
El trabajo, publicado en la revista científica Science Advances,
muestra que tanto los inmigrantes como los refugiados, ya desde el año
de su llegada o solicitud de asilo, favorecen la actividad económica
(ver gráficos), aunque los primeros años las alzas no sean
estadísticamente significativas. En el caso de los inmigrantes, cuando
su tasa (medida por 1.000 habitantes) sube en un punto, el PIB per
cápita mejora en los cuatro años siguientes, llegando a una subida del
0,32% en el segundo año tras la llegada. Los efectos también son
positivos en el ingreso de impuestos y, aunque más modestos, en la
reducción del paro.
"Recibir a los refugiados tiene un coste [en dinero público], pero
este dinero se redistribuye por toda la economía, lo que eleva la base
de recaudación", argumenta el profesor de la Escuela de Economía de
París y coautor del estudio, Hippolyte d'Albis.
El efecto es más marcado en el caso de los inmigrantes, pero también se
repite con los refugiados: "Un impacto en el flujo de solicitantes de
asilo que represente 1 en la tasa de solicitantes reduce el desempleo en
un 0,08% ya el mismo año del impacto", añade el investigador galo. El
impacto va aumentando en los siguientes cuatro años y baja después hasta
llegar a un valor neutro 10 años más tarde. "El impacto económico de
los solicitantes de asilo es menor que el de los migrantes permanentes.
Esto se debe a que, en general, los que piden asilo no pueden trabajar
durante el tiempo en que la administración revisa su solicitud", añade
el también director de investigación del CNRS.
Conclusiones coincidentes
Aunque otros economistas cuestionan el modelo matemático usado y el
enfoque macroeconómico del estudio, sí coinciden con sus resultados. El
profesor de economía de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M),
Luigi Minale, ha investigado la oleada de refugiados de 2015.
Aunque sostiene que aún es pronto para valorar su impacto, solo aquel
año solicitaron asilo más 1,5 millones de personas, a los que había que
añadir los muchos miles de inmigrantes puramente económicos. No hay
indicios de que la economía europea se haya resentido en estos años de
tal aluvión.
Minale sí cree que suficientes datos históricos basados en oleadas
anteriores para desechar los argumentos antiinmigrantes. "El efecto
sobre el mercado de trabajo es muy cercano a cero", dice. Hay diversos
estudios, en particular en EE UU, que han encontrado un ligero impacto
negativo sobre los trabajadores menos cualificados pero, en paralelo,
afectando positivamente a los mejor cualificados. También positivos son
otros efectos encontrados, como un aumento de la innovación y, fuera de
la economía, un rejuvenecimiento demográfico. En cuanto a la fiscalidad,
"estudios en Reino Unido muestran que, tras la apertura al este, el efecto neto de los inmigrantes ha sido positivo", comenta el investigador italiano.
El problema con este tipo de investigaciones es la dificultad para
medir el impacto de los refugiados sobre toda la economía y a largo
plazo. Sin embargo, la historia ofrece algunos experimentos
socioeconómicos que ayudan a medirlo. El economista del Centro de
Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI), Joan Monràs, ha estudiado cuatro de ellos: el de los exiliados cubanos del Mariel en 1980,
los repatriados franceses tras la independencia de Argelia, el éxodo de
judíos rusos a Israel o la más reciente oleada de refugiados de la
Guerra de los Balcanes. "A corto plazo, en todos los casos hay gente que
gana y gente que pierde y depende mucho del tipo de inmigrante que
llegue", comenta. Pero, añade, "a medio y largo plazo los mercados
laborales se adaptan al tipo de fuerza laboral disponible", añade.
Pero incluso en el caso de que la llegada de inmigrantes afecte
negativamente a un grupo específico, aún el impacto global puede ser
positivo. Monràs cita un ejemplo muy alejado de los inmigrantes con baja
cualificación de desplazan a los nativos de los puestos menos
cualificados. Tras la caída de la Unión Soviética, muchos matemáticos de
la URSS emigraron a EE UU. "Aunque los matemáticos locales tuvieran
serios problemas de competencia, la matemática estadounidense ganó con
su llegada", dice.
Para el profesor de la Universidad de la Ciudad de Nueva York,
Francesc Ortega, que ha estudiado a fondo la migración en EE UU, es
fácil defender que la inmigración en general "tiene efectos económicos
positivos o al menos descartar los negativos". Sin embargo, y a falta de
más datos, no cree que la misma conclusión se pueda aplicar
automáticamente a los refugiados. "En este caso el argumento principal
no es económico sino moral".
Desde su laboratorio en la Universidad de California en Berkeley, el economista David Card
lleva décadas estudiando el mercado laboral, los salarios y la
inmigración. "En los últimos 30 años, la gente con menos ingresos de
muchos países occidentales no han visto aumentar sus salarios. Muchos
ven en el crecimiento plano de sus ingresos un resultado de la
inmigración. Quieren pensar que si hubiera menos personas en el país,
cada una tendría más ingresos. Esta idea de que un aumento de la
población nos hace a todos más pobres es una vieja idea malthusiana",
comenta en un correo. Y añade: "En realidad los economistas no creemos
que esto sea cierto, pensamos que la acumulación de capital puede
ajustarse al crecimiento de la población para impedirlo".
De hecho, a muchos economistas les preocupa justo lo contrario: que un crecimiento de la población lento o negativo,
como ya está sucediendo en Japón y en países europeos como España,
acabe rebajando el nivel de ingresos. Si es así, avisa Card, "las
políticas antiinmigración serán contraproducentes y acabaremos viendo
una ralentización del crecimiento en el futuro".
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