¿Por qué China tiene el mejor y el peor sistema educativo del mundo?
Tras
los resultados de China en PISA, muchas voces animan a copiar su
sistema. Sin embargo, no son pocos, incluso entre los chinos, los que
advierten de que puede causar más daño que beneficio
¿Éxito, fracaso, o todo lo contrario? (Bob Sacha/Corbis)
Este es el titulo de un libro publicado por Yong Zhao,
experto en educación, profesor de la Universidad de Oregón, nacido y
educado en China: 'Who's Afraid of the Big Bad Dragon: Why China Has the
Best (and Worst) Education System in the World'. Según él, “la educación en China ahoga la creatividad, extingue la curiosidad, asfixia al individuo,
arruina la salud de los jóvenes, amarga a los estudiantes y a sus
familias, corrompe a profesores y directivos, y perpetúa la injusticia y
la desigualdad”. Sin embargo, sus estudiantes obtienen las mejores
calificaciones en PISA.
Esta es la razón por la que menciono aquí este libro. Seguimos hablando de que Finlandia
ocupa el primer lugar en el 'ranking' de sistemas educativos, pero
cuando se incluyen en él los países orientales, no es así. Según el
último PISA, en matemáticas el orden era Shanghái, Singapur, Hong-Kong,
Taiwán, Corea del Sur, Macao, Japón, Liechtensein, Suiza, Países Bajos,
Estonia y Finlandia. También en ciencias y en comprensión lectora las
primeras plazas están ocupadas por países asiáticos. Todos ellos siguen
el modelo educativo chino, basado en la repetición y la memoria.
Esta disparidad entre lo que consideramos “mala pedagogía” y los buenos
resultados, constituye lo que se ha denominado “la paradoja china”, que
ha sido estudiada, entre otros, por John Biggs en 'The chinese Learner' y 'Teaching the chinese Learner'. Si
los países occidentales adoptan el modelo educativo chino, subirán de
rango en las pruebas, pero perderán lo que les ha llevado a la
modernidad
El éxito de la escuela china hizo decir al actual secretario de Estado de Educación norteamericano -Arne Duncan-
que vivíamos un “momento Sputnik”, recordando que cuando la URSS lanzó
su primer satélite, Estados Unidos sufrió la penosa experiencia de
sentirse tecnológicamente superado, y se pusieron a trabajar
frenéticamente para recuperar el liderazgo. Tras los resultados de China
en PISA, muchas voces animan a copiar su sistema. En Estados Unidos
tuvo un gran éxito el libro 'The Battle Hymn of the Tiger Mother', escrito por Amy Chua,
una profesional de prestigio norteamericana de procedencia china, donde
cuenta cómo educó a sus dos hijas como una “madre china”, decepcionada
por la permisiva educación americana. Zhao advierte contra lo que
considera que sería un tremendo error: “China representa una peligrosa amenaza (…).
Si, abandonando sus propias tradiciones, los países occidentales
adoptan el modelo educativo chino, posiblemente subirán de rango en las
pruebas internacionales, pero perderán todo aquello que les ha llevado a
la modernidad: creatividad, espíritu de empresa y una genuina
diversidad de aptitudes”.
Amy Chua, la madre tigre.
Un
hecho como este nos fuerza a revisar las pruebas PISA y a otra cosa aún
más fundamental: evaluar atentamente los métodos educativos que estamos
empleando. Es cierto que el aprendizaje puramente memorístico tiene
mala fama, pero olvidar que la repetición es un medio indispensable para
aprender con profundidad es un disparate. He leído estos días el libro
de Daniel Doyle 'The Talent Code'. El autor ha visitado
una serie de instituciones que tienen extraordinario éxito educativo,
que son verdaderas “factorías de talento”: un
destartalado club de tenis en Moscú que en los tres años anteriores ha
producido mas jugadoras del 'Top 20' que el conjunto de Estados Unidos;
una escuela en San Mateo (California) que en cuatro años ha transformado
una escuela tradicionalmente retrasada en matemáticas en el 96% de
éxito. Una academia de esquí en Vermont que en los últimos 40 años ha
producido 50 campeones olímpicos. Le ha sorprendido ver la importancia
que todas esas instituciones dan al entrenamiento repetitivo. ¿Estaremos
olvidando algonbsp; El objetivo de este artículo no es contestar a esta pregunta, sino insistir en la idea de que los sistemas educativos
no pueden estar en manos de aficionados o de ideólogos. Una nación
necesita estar al corriente de lo que se hace en otros países, sopesar
las evidencias, estar dispuesta a cambiar sus creencias educativas si
resultan equivocadas, tener claro lo que quiere conseguir y explicárselo
bien a los ciudadanos. Les pondré un ejemplo. Los currículos españoles
son largos y caóticos. Cada Comunidad Autónoma puede determinar un
porcentaje de la programación. El 45% las que tengan lengua cooficial y
el 35% las que no lo tengan. Si creemos en que la educación tiene una
base científica, parece lógico que la elección de los contenidos tenga
que justificarse con gran rigor. Nunca he visto que esto se haga. Por
esa razón, en el 'Libro blanco de la profesión docente' solicitaba la
existencia de un Consejo pedagógico del Estado, encargado de asesorar
sobre los currículos, su actualidad, la comparación con lo que se hace
en otros países, el resultado de su aplicación. En Francia, existe el
del Conséil Supérieur des Programmes. Ese consejo también debería
informar a la sociedad de sus estudios y conclusiones, para que esta
supiera a qué atenerse y tuviera confianza en quienes se ocupan de la
educación de su juventud.
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