“Para
ayudar a África hay que comprenderla primero”
MALÍ,
1947
Ministra de Cultura y Turismo entre 1997 y
2000. Activista política y escritora. Es cofundadora del Forum Social Africano.
Fue Directora Regional del Programa de Fomento de la Participación de la Mujer
del PNUD. En la actualidad dirige el Centro Amadou Hampate BA para el
desarrollo humano y es autora de diversos libros.
Esta mujer de mirada clara y sonrisa amplia
nos recibe en el hall de un hotel en Madrid antes de participar como ponente en
el 25º aniversario del Instituto de la Mujer. No es su primera estancia en
Madrid, está acostumbrada a viajar y a participar en conferencias, seminarios y
otros eventos. Es considerada una de las voces más críticas contra la
globalización y las políticas económicas que se aplican en los países
africanos. Denuncia con firmeza la competencia desleal de los países
occidentales que subsidian a sus agricultores mientras que piden liberalización
y apertura de mercados a los países africanos. Traoré es miembro del Grupo de
los 19 que firmaron en Porto Alegre, en 2005, el “Manifiesto De Porto Alegre:
Doce Propuestas para Otro Mundo Posible”, que, entre otras cosas, denuncia esta
situación.
“Se considera que, para afrontar la pobreza,
nuestro continente debe insertarse imperativamente en la mundialización. Pero
esto es falso. La violencia del sistema mundial y su diseño mercantilista y
deshumanizante no traerá el bienestar a África”. Aminata cree en la gente, en
su capacidad creadora para transformar la realidad, pero para ello las personas
tienen que tener el espacio y las condiciones adecuadas.
Cuando Aminata era niña, Malí obtuvo la
independencia y los años que siguieron fueron de un gran optimismo, en el que
se fundían la búsqueda personal y la nacional, con una gran esperanza en el
futuro. Aminata es parte de esa generación que vivió el llamado “socialismo
africano” encarnado por Modibo Keita. Proveniente de una familia de 11
hermanos, fue escolarizada y esto fue clave en toda su trayectoria. El Gobierno
de Modibo Keita promovió la educación, pasando el índice de escolaridad del 4%
al 20%. Nacionalizó las principales actividades económicas y promovió la
industrialización. Luchó por la unidad del continente, por el no alineamiento y
por una política exterior independiente, lo que le ganó el respeto de las
fuerzas progresistas de toda África. Un golpe militar lo derrocó en noviembre
de 1968 y puso fin a los grandes avances que se habían producido en el país.
Los sueños se quebraron y Malí aplicó un modelo económico muy dependiente del
exterior, orientado hacia la especialización agrícola, particularmente el
monocultivo del algodón. Cuando los precios de este producto bajaron en los
mercados internacionales, en la década de los setenta, este país acumuló una
voluminosa deuda externa, que se ha convertido en un lastre para avanzar en el
desarrollo del país. Además, la sustitución de los productos básicos para el
consumo por el algodón para la exportación ha creado una gran inseguridad
alimentaria. Malí es uno de los países más pobres de África.
Por eso, con la llegada de la democracia,
Aminata aceptó participar en la política, siendo Ministra de Cultura y Turismo
entre 1997 y 2000. Posteriormente prosiguió su lucha como defensora de los
derechos humanos. Puso todas sus energías en impulsar el Foro Social Africano,
expresión regional del Foro Social Mundial. Este Foro ha tenido una gran
relevancia, dado que pretende consolidar la capacidad de análisis, de acción y
de movilización de los diferentes integrantes del movimiento social africano.
Se trata de construir un espacio africano de elaboración de alternativas a la
mundialización neoliberal y de definir nuevas estrategias políticas,
financieras, culturales y medioambientales. Se trata de facilitar la emergencia
de una nueva conciencia que, a través de foros y reuniones, articule las
distintas iniciativas y propuestas. Para Aminata, la democracia participativa
es el mejor horizonte para el hemisferio Sur, pero para ello es imprescindible
la justicia y la equidad social, así como la capacidad ciudadana, para poder
denunciar y evitar, por ejemplo, la competitividad de productos subvencionados
por las grandes potencias.
Aminata también reivindica un nuevo espacio de
igualdad para las relaciones Norte-Sur, entre hombres y mujeres. Ella plantea
la necesidad de cancelar la deuda externa y de modificar las políticas del
Banco Mundial que, en la década de los ochenta, con sus programas de ajuste
estructural, impidieron la ampliación de los servicios básicos para la
población, como el acceso a la educación o la salud, y generaron más pobreza y
desigualdad. Y un mayor apoyo a las mujeres que son un motor de cambio en las
sociedades africanas. Aminata plantea que el problema para las mujeres en
África es que todas sus energías siguen centradas en sobrevivir en una dura
cotidianidad, donde conseguir alimentos, agua, o parir puede suponer la muerte.
La mayoría de las mujeres no tienen la posibilidad de asistir a la escuela y
son víctimas de prácticas tradicionales que las excluyen y marginan. “La mejor
manera de luchar contra prácticas como la ablación es ofrecer a las mujeres
mayores opciones como el acceso a la educación y la salud.”
Aminata cuestiona con firmeza el imaginario
colectivo occidental basado en el consumo, en tener o no tener. El hecho de que
Occidente considere que su forma de vida es la mejor posible hace que, sobre
estos parámetros, se analice la realidad desde una posición de superioridad.
Esta visión ha permitido la expoliación de África durante siglos. Aminata
Traoré plantea que es preciso respetar la dignidad de los africanos, sus
valores y espiritualidad, su capacidad para desarrollar modelos propios. En su
libro La violación del imaginario, ella afirma: “El orden neoliberal quiere
transformar las economías y sociedades africanas sin tener en cuenta a las
personas, destruyendo su visión del mundo y de ellos mismos”. No considera que
el pasado fuera un paraíso pero, a través de sus páginas, resalta cómo África
debe saber extraer lo mejor de su patrimonio cultural y socio-religioso para
avanzar en el desarrollo. “Todo pasa por las palabras” afirma, pero “la mayor
parte de ellas no tiene traducción en nuestras lenguas, el Norte se ha
apropiado del derecho de definir el mundo. La rehabilitación de nuestro
imaginario violado es un reto económico, político y cultural. Debemos luchar
por la reapropiación de nuestro destino”.
La fascinación que irradia Aminata no sólo se
debe a la contundencia de sus argumentos, sino a su actitud luchadora. Ella
propone la “micro-resistencia contra la macro-dominación” y esto la ha llevado
a promover iniciativas como la recuperación de una barriada de Bamako a partir
de la movilización popular. “Toda mi vida desde que era niña ha estado marcada
por el sentimiento de que había que hacer algo; yo sueño con que las cosas
puedan ser diferentes. África no es pobre y tiene su dignidad. La creatividad
es nuestra esperanza, incluida la creatividad política. Cuando vemos los
desastres de hoy, las proezas tecnológicas, pero también los daños que producen
las tecnologías, nos damos cuenta, una vez más, de que África posee unos
valores sociales y culturales que pueden salvar el mundo. La igualdad de
oportunidades y de respeto mutuo será fruto de que reconozcamos que las mismas
políticas en cualquier lugar del mundo abren las mismas heridas”. Todos estamos
en el mismo barco. Si dejamos que se hunda África dejaremos que se hunda el
mundo.
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