EL PAIS 2010
La realidad árabe es multiforme y diversa. Lejos de representar un todo
homogéneo que actúa por pautas comunes inherentes a su religión y cultura, es un
caleidoscopio de situaciones, evoluciones y transformaciones donde los factores
políticos, económicos y sociales interactúan con la cultura y la religión, pero estas
dos últimas no lo predeterminan.
La imagen fija e inmóvil que se suele tener de estos países y sus sociedades
procede del hecho de interpretarlas a través de sus regímenes, donde
mayoritariamente faltan evoluciones y cambios.
Pero no es esa la realidad de sus sociedades. Bien al contrario, existe un enorme
dinamismo que va abriendo las puertas a muchos cambios, si bien a ritmos
distintos y en las complejas situaciones que produce la dualidad de cambiar desde
abajo mientras se contiene desde arriba.
Tener en cuenta esta premisa es particularmente relevante
en el caso de las mujeres.
La imagen dominante sobre las mujeres árabes es la de la
mujer pasiva, exótica, víctima, velada, reaccionando a los
acontecimientos en lugar de participando activamente en
ellos. Una mujer impersonal y "comunitarizada" cuya
representación está rodeada de estereotipos que interactúan
como fuente de prejuicios culturales.
Como suele ocurrir, a los imaginarios simplistas y reductores
se les oponen realidades complejas y contrastadas. Frente a
esas concepciones fijas en el tiempo y la geografía, la
constatación empírica muestra que, por el contrario, se están
dando profundas mutaciones que lo están cambiando todo, incluso a pesar del
poder de las estructuras patriarcales y de los también poderosos actores
reaccionarios. Las sociedades árabes se encuentran en un proceso de cambio
intenso e irreversible en el que las mujeres son un actor crucial.
Durante los últimos 50 años, una intensa urbanización y feminización de la fuerza
laboral en todos los países árabes ha situado a las mujeres en la esfera pública a
gran escala. Durante este periodo, las diferencias en los niveles de escolaridad
entre niños y niñas se han atenuado en todas partes -aunque a diferentes
velocidades-. Y en muchos países árabes, hoy hay más niñas que niños cursando
la educación secundaria y superior, lo que demuestra que los padres consideran la
educación de sus hijas tan importante como la de sus hijos. Y todas las encuestas
muestran que los jóvenes, hombres y mujeres, quieren estudiar y tener un empleo
antes de casarse. Además, con mayor frecuencia quieren elegir a su propia pareja.
Al mismo tiempo, los cambios demográficos, junto con los factores sociales y
económicos que afectan a la educación y el trabajo, están provocando una
profunda transformación en el modelo tradicional de familia árabe.
Una edad mayor para el matrimonio y una fertilidad en descenso -resultado directo
derecurrir cada vez más a la anticoncepción- están reduciendo el tamaño de la
familia a algo mucho más cercano a las "familias nucleares" de Occidente. La
región del Magreb va a la cabeza en este sentido, pero el fenómeno se observa en
todo el mundo árabe, aun en los Estados conservadores más rígidos.
Este nuevo modelo de familia va cobrando tanta fuerza que también se va
extendiendo en la sociedad rural, donde el deterioro de la economía agraria está
acompañado por una fuerte tendencia hacia familias más pequeñas. Esta
transformación se produce a velocidades ligeramente diferentes en todo el mundo
árabe, pero a menudo sucede de manera simultánea en la ciudad y en el campo.
Estos cambios se traducen en una redistribución de los poderes entre los mayores
y los jóvenes, y entre los hombres y las mujeres. Así, asistimos a una pérdida
progresiva de poder de los representantes del orden patriarcal que se ve acentuada
por un cambio profundo de la familia extensa a favor de la nuclear. Este incremento
del peso de los jóvenes y las mujeres como resultado de los progresos de la
individualización representa una tendencia fundamental de la evolución que
experimenta el mundo árabe hoy día.
No obstante, hay que tener en cuenta que estos cambios no se están produciendo
necesariamente bajo el signo de la ruptura. En todos los países estudiados, las
componendas con la tradición o la ley patriarcal, los arreglos entre los modos de
vida del pasado y los que se imponen hoy día, así como las negociaciones o
estratagemas para evitar la norma sin transgredirla frontalmente, multiplican las
realidades y las formas de evolución de lo antiguo a lo moderno. Sin duda, en
países como Palestina e Irak, por razones intrínsecas a los graves conflictos que
viven, estos cambios son notablemente más débiles y complejos.
La dinámica de cambio en las sociedades árabes rara vez está acompañada por
una transformación del sistema político. La mayoría de los Estados se resisten a
transferir los procesos de transformación social a su marco legal. Temen que
ampliar las libertades y desarrollar una autonomía individual dentro de la familia -y
así debilitar la autoridad patriarcal- pueda llevar a un cuestionamiento en el terreno
público de la base ideológica del poder estatal.
Sin embargo, es indudable que las autoridades políticas de la región, no menos que
las propias familias, se verán obligadas a aceptar las inconsistencias del modelo
tradicional cuando se trata de la condición de las mujeres.
Este cambio afectará a muchos otros ámbitos que habrá que analizar también
desde el exterior. Esto es particularmente necesario porque la situación de las
mujeres es uno de los principales puntos de referencia que el mundo occidental
utiliza para evaluar al mundo árabe. Y, desafortunadamente, estas valoraciones
tienden a centrarse en la supuesta resistencia al cambio que deriva de las normas
islámicas, lo que oscurece el conocimiento de las verdaderas transformaciones
sociales que se están produciendo. Este enfoque sobre la pareja "mujeres-islam"
oculta el conocimiento sobre la realidad de los cambios en marcha.
La visión esencialista dominante que se tiene de las sociedades árabes hace que
no se manifieste interés por lo que pudiera romper una imagen fuertemente forjada
sobre esa supuesta "especificidad islámica" que encierra a todas las mujeres
árabes en una misma realidad, cuando lo que viven es una enorme diversidad de
situaciones. Esto impide que muchos vean, y mucho menos evalúen, los cambios
profundos que tienen lugar -y cómo las mujeres están impulsando esos cambios-.
Así, Occidente corre el riesgo de privarse de una clave importante para entender el
mundo árabe hoy, y cómo será mañana.
Gema Martín-Muñoz es directora general de Casa Árabe y profesora de Sociología del Mundo Árabe e Islámico de la Universidad Autónoma de Madrid.
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