Postal de Marruecos con mujer
La lucha de la mujer rural en el Magreb está retratada en los cortos 'Amal' y 'The Curse'
La desigualdad en las zonas más pobres contrasta con algunos avances en las ciudades
El chantaje no se termina nunca, como los cactus que multiplican espinas en el horizonte de tierra seca. En relieve sobre un paisaje del Magreb, una mujer o una niña. Es una mujer-niña que tiene que sortear mil y un escollos para hacer, para amar, para estudiar, para desear. La extorsión infinita se lee en los ojos de la mujer, en la mirada de niña.
Enfrente ESTÁ su diablo, encarnado en otro niño, un hermano, un marido, un abuelo o un padre que, a su vez, son víctimas de ese mecanismo ruin que enseña la pobreza. Víctimas y, a ratos, victimarios que reproducen lo que han aprendido, seguramente a través del propio dolor, en un sistema patriarcal que va trabando la vida de los hombres.
Hay dos cortos de realizadores marroquíes que miran profundo en la hermosa paciencia de la mujer rural marroquí frente al terraplén del camino, el literal y el simbólico. Darse contra el muro de la necedad, intentar continuar, hundir los pies en la tierra, a veces cejar, a veces seguir: ese ha sido el derrotero de la mujer pobre en el Magreb. Es el camino que REGISTRAN, COMO acto artístico y como denuncia, las películas Amal (2005), de Ali Benkirane, y The curse (La maldición, 2012), de Fyzal Boulifa.
Así es la postal de la desigualdad en un Marruecos rural que demora en ponerse a tono con la época, con el ritmo de sus propias ciudades y los nuevos derechos adquiridos POR las mujeres en una sociedad que ha experimentado "profundos cambios" en la última década, según apuntan algunos catedráticos. Sin dudarlo, esas voces señalan como un hito insoslayable la aprobación, en 2004, del nuevo código de familia –la Mudawana–, impulsado por la ministra Nouzha Skalli del Partido Progreso y Socialismo (antiguo partido comunista marroquí). La nueva norma aumentó la edad legal del matrimonio de 15 a 18 años, concedió a la mujer el mismo derecho que el hombre a la hora de solicitar el divorcio e incluso el derecho de la primera esposa a negarse a la poligamia. Unas semanas atrás, el Parlamento dio otro nuevo paso en ESTE sentido, al suprimir del Código Civil la posibilidad de salvarse de la cárcel para los culpables de violaciones de menores que decidieran casarse con sus víctimas.
COMO dice Carmelo Pérez Beltrán, del Departamento de Estudios Semíticos de la Universidad de Granada, en la introducción de un estudio sobre la mujer en el medio rural marroquí, de 2010, esos cambios producidos, durante las últimas décadas, en los ámbitos educativo, laboral o político, "han repercutido de una FORMA directa sobre las mujeres propiciando un mayor empoderamiento de estas en todos los sectores de la sociedad y mayores cuotas de ciudadanía".
Al ritmo de esos pasos ha habido también un importe avance en la escolarización, especialmente significativo a PARTIR de la adopción de la Carta Nacional de la Educación y la Formación, adoptada en octubre de 1999. En el caso de las niñas, la tasa de escolarización en el ámbito rural era del 45% en el curso 1997-98 y subió al 83% en 2004.
Aunque allí ESTÁ todavía la historia de Amal: una niña camina varias horas cada día para llegar a la pequeña escuela donde algunos maestros intentan allanar el camino del conocimiento y otros, solamente cumplir los requerimientos burocráticos que todos conocemos en cualquier institución. Amal sueña CON ser médica pero, para muchos de su entorno, siendo mujer, con lo que ha aprendido, sobra para el resto de la vida... o hasta que encuentre un "buen" marido.
De ahí lo que Pérez Beltrán acentúa en el estudio que mencionábamos: "Es necesario volver a insistir en el hecho de que los cambios señalados no se han producido de una forma generalizada ni homogénea sino que pueden variar considerablemente dependiendo de las oportunidades, la clase social, de la familia o del medio físico, entre otras cuestiones. Posiblemente es este último factor (el medio rural/urbano) el que representa la mayor diferencia en cuanto al estatus femenino se refiere, ya que entre las mujeres que viven en las grandes ciudades y las del medio rural PUEDE existir una enorme distancia en lo relacionado con la alfabetización, la escolarización, la participación en la vida profesional".
En The curse / La maldición , una película que ganó en Cannes, fue seleccionada en Sundance y nominada a los Bafta británicos, el realizador británico-marroquí Fyzal Boulifa habla de las negociaciones de una mujer de un pequeño pueblo en busca de su libertad (aunque en este caso, la emancipación esté representada por un VIAJE con el hombre que ama, bien lejos de allí). Ni los planos generales, ni luz inmensa del Magreb, ni el campo abierto pueden evitar que sintamos la asfixia de una chica en ese campo desolado donde el sexo es la moneda de cambio para casi todo.
Cine con todas las letras que evoca esta sensación de agobio que alguna vez hemos sentido al escuchar a un hombre magrebí decir que no iba a "permitir" que su hermana o su esposa "tengan que salir a trabajar". Y es que, lejos de la realidad de la mujer profesional urbana, en ciertos ámbitos, el trabajo -especialmente el de menor cualificación- es sinónimo de riesgo y vulnerabilidad extrema para las mujeres que necesitan ganarse el DINERO por sí mismas para salir adelante.
En el parlamento marroquí se discute actualmente sobre la legalización del TRABAJO doméstico, un destino laboral muy frecuente PARA las chicas que llegan solas a la ciudad, y la penalización del acoso sexual; en ESTE caso, el borrador fue redactado por la ministra islamista de Solidaridad y de la Mujer, Bassima Hakkaoui, y prevé que las ONG feministas y de defensa de los derechos humanos se personen como acusación particular.
Por cierto, las mujeres ya ocupan cargos en las ADMINISTRACIONES, gracias a un cambio de la ley electoral que estableció la obligatoriedad de un 33% de presencia femenina en las listas electorales. Sin embargo, todavía las mujeres heredan la mitad que sus hermanos varones, quizá porque el dinero y el Corán son dos territorios en los que pocos saben adentrarse. Quizá porque para esos asuntos solo nos queda el cine, por ahora.
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