Llévate mis amores” de Arturo González Villaseñor; la solidaridad
Ópera Prima de Arturo González Villaseñor, “Llévate mis amores” es un documental que complementa a la perfección aquella impresionante ficción de Diego Quemada-Díez, “La Jaula de Oro”, que fue premiada en el Festival de Cannes y alcanzó el Astor de Oro en el de Mar del Plata. Un tiempo más tarde, con esta película galardonada al mejor film mexicano en el Festival de Los Cabos, tenemos la oportunidad de acercarnos a unas personas admirables que acuden todos los días al borde de la vía del tren para proporcionar agua y alimentos a los jóvenes transeúntes que se hallan camino de alcanzar la frontera para traspasarla clandestinamente e ingresar en el llamado primer mundo. Confusión, sueños, ayuda y esperanza se entremezclan a través de historias difíciles de vida.Tres años y medio fueron necesarios para completar el rodaje de este conmovedor filme que aborda uno de los puntos más complejos de la emigración en todo el planeta, donde muchos jóvenes que desean una vida mejor arriesgan sus vidas para salir del hoyo a los lomos de unos vagones de mercancías industriales que componen el largo tren conocido popularmente como La Bestia.
González llevó a cabo este rodaje en la localidad veracruzana de La Patrona, en la municipalidad de Amatlán de los Reyes, donde en 1995 se les ocurrió a dos hermanas la idea de que podían solicitar alimentos a distintas entidades de la zona, cocinarlos y entregárselos calientes a los migrantes que pasan, en la mayoría de las ocasiones sin que el tren se detenga. Ellas extienden el brazo con las bolsas o botellas de agua y los chicos las agarran al vuelo; casi siempre las atrapan pero hay veces que no consiguen hacerse con ellas y la bolsa cae al suelo. También hay casos más dramáticos en los que, como documenta el filme, algún viajero pierde el equilibrio y sale despedido del tren.
Hoy en día son más mujeres las que se dedican y se conocen popularmente como Las Patronas, en consonancia con el nombre de la aldea. Cada jornada cocinan una comida sencilla que puede tener, entre otros ingredientes, arroz, pan, frijoles o tortillas donadas por simpatizantes y empresas locales. Ellas no han perdido ni un sólo día en todos estos años, lo hacen altruistamente y no forman parte de ONG o fundación alguna.
La película tiene fragmentos basados en sus testimonios personales donde explican los motivos que las llevan personalmente a seguir dando su apoyo a los jóvenes migrantes en unas escenas, las de la entrega, que son muy especiales dentro del documental porque ejemplifican la esencia de lo que significa el título del filme. Es su manera cálida y humana de entender desde su intrincada vida personal a toda esa gente que arriesga sus vidas y que resiste ahí arriba sin rendirse.
Arturo González Villaseñor ha sabido captar con la cámara, tanto en sus quehaceres y sus actos como en sus testimonios orales, el sentimiento de estas madres y esposas que han padecido problemas y que también se han sentido solas en algún momento de su vida. La progresión del documental nos vislumbra dos núcleos diferentes muy a tener en cuenta: lo recurrente del paso diario de los trenes, que todos los días es igual y más o menos a las mismas horas, y las historias humanas que interactúan arriba y abajo del tren, -hay algunos momentos rodados en una estación cercana-, porque aquí lo más importante son los individuos en su despertar hacia el cambio y la esperanza de encontrar una vida más digna.
©José Luis García/Cinestel.co
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