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2. Puesta en práctica de un plan integral: tres líneas de actuación
Un centro intercultural cuenta
con un PROYECTO INTEGRAL que guía sus actuaciones. La interculturalidad
no puede ser una actividad fuera de lugar, alejada de otras actividades
de los centros. Si no existe un proyecto integral dentro de los centros y
la coordinación de éstos con otras intervenciones de su mismo entorno,
perdemos muchísimo.
La transformación de una realidad multicultural en otra realmente intercultural, es un proceso indudablemente largo no exento de conflictos que, involucra a todos los miembros de una sociedad, también a la Escuela. Y la transformación de la misma desde un enfoque intercultural está basada o al menos pensamos que debe diseñarse a partir de distintas líneas de actuación:
• En el esfuerzo necesario para contrarrestar cualquier forma de exclusión presente en la escuela.
• En la promoción y fomento de los valores y las actitudes necesarias para llevar a cabo experiencias de interculturalidad.
• Y en el desarrollo de todas aquellas transformaciones estructurales necesarias para la puesta en práctica de esos valores.
Hasta ahora podemos decir que ha habido pocos cambios, muchos de ellos fruto del propio contacto cotidiano: cambios en relación a las actitudes y los valores, y cambios casi exclusivamente de tipo técnico-metodológico. Realmente se ha tocado poco lo organizativo, ni tampoco el concepto de cultura que se transmite; por otro lado, difícilmente se asume la diversidad interna española ya que se habla de interculturalidad hablando casi exclusivamente de los “otros”. Aun así sería injusto no resaltar que también existen centros educativos con proyectos educativos y de convivencia intercultural bien planteada y ajustada a las necesidades de su alumnado.
En primer lugar, es importante que entendamos como funcionan los procesos para discriminar a determinadas personas o grupos sociales por razones de clase, de género, etnia u orientación sexual porque estos siguen unos caminos muy parecidos, tratando de convencernos de que estas personas o grupos son débiles o poca cosa, poco modernos, esclavos de la religión o de costumbres antiguas.
En nuestros centros necesitamos llevar a cabo un profundo estudio del contexto, a través de actividades que sirvan para detectar la aceptación y la discriminación, así como fomentar la creación de espacios de encuentro y comunicación tanto en el aula como en el centro, debemos fomentar la autoestima entre el alumnado. Todas estas estrategias son susceptibles de contrarrestar aquellas acciones que posibilitan la exclusión de cualquier “minoría”.
El trabajo contra la exclusión social que se plasma en la escuela es el inicio de una puesta en práctica de la educación intercultural y, en principio, todas estas prácticas deberían ser estrategias validas para hacer más efectivo el principio de una escuela igual para todos y todas.
Lamentablemente, en cuanto a las estrategias para afrontar el racismo y la xenofobia, estamos en los inicios, hay mucho que hacer con las familias, con los chavales y con el profesorado. Poco a poco comienza a haber algunos incidentes desagradables en centros donde el tema de marcar la diferencia étnica comienza a estar muy presente, y esto a veces se está afrontando como algo aislado y justificándose como un simple problema de control de emociones y desadaptación al grupo. También hay acoso hacia mucha gente por razones de ser diferente, en inteligencia, en sexo, en país de procedencia, en habilidades para relacionarse, etc.
En este sentido no se han desarrollado protocolos de actuación para que los centros hagan algo real a favor de la prevención del racismo y la xenofobia, institucional y entre iguales; la investigación indica que hay abordar explícitamente y repetidamente estas cuestiones en los centros, en el marco de los demás aspectos de la convivencia y el acoso entre iguales, abriendo espacios y designando personas de referencia para que el alumnado pueda acudir a informarse o pedir ayuda. Es imprescindible hacer frente a todas las agresiones de carácter clasista, sexista y homófobo con decisión construyendo un entorno donde no quepa ningún tipo de discriminación.
Para cambiar las actitudes, es necesario contar también con la vivencia, es importante partir de “experimentar en la propia piel”. El objetivo último no es simplemente conocer la situación y tener empatía, sino también transformar la realidad de forma consciente. Es por esto que se hace necesario facilitar estrategias que ofrezcan a quienes están adquiriendo la experiencia positiva de su potencial para generar cambios.
Cuando estamos inmersos en procesos educativos, necesitamos trabajar con una metodología que sea coherente con aquellas actitudes que queremos fomentar. Nuestra apuesta metodológica base se fundamenta en este tipo de enfoque o de estrategias socioafectivas, aunque no exclusivamente; pensamos que es necesario usar todas aquellas que dinamizan y educan en este mundo de las actitudes y los valores: el aprendizaje constructivista, el trabajo cooperativo o el aprendizaje a través del juego, entre otras.
El trabajo con dilemas morales, la clarificación de valores, la comprensión crítica, los procesos de autorregulación y autocontrol se nos hacen imprescindibles para abordar una cuestión tan compleja como es el mundo de las actitudes y los valores.
Lo importante de todo este trabajo es que éste no se dirija única y exclusivamente hacia nuestro alumnado; tan importante o más es el trabajo que debemos hacer con nosotros mismos en nuestra calidad de educadores, no nos olvidemos de ello.
Ciertas habilidades sociales y actitudes personales son de vital importancia para el tratamiento de la resolución de conflictos interculturales en el aula, se trata de comprender que sólo incidiendo sobre nuestros propios valores y actitudes seremos capaces de incidir sobre el contexto en el que trabajamos y sobre el desarrollo de determinados talantes en el alumnado.
Cuando se trata de educar para defender el valor de la diferencia como rasgo esencial de las personas, así como la necesidad de respeto y de diálogo desde la aceptación de la igualdad de derechos, se hace necesario, que las personas que educan adopten posiciones y manifiesten actitudes coherentes hacia la diversidad, desde el respeto, el diálogo y los derechos humanos en toda su extensión.
Y, a la hora de buscar esa coherencia, se hace imprescindible que reflexionemos sobre nuestras propias formas de observar otras culturas, porque éstas orientan gran parte de nuestro trabajo: nos hacen tener unas expectativas de éxito o de fracaso de ese alumnado diferente, nos orientan a la hora de organizar los conocimientos, los materiales que necesitamos, la metodología más oportuna para actuar, etcétera. Esa reflexión que parte de lo individual, debemos hacerla en conjunto con nuestros equipos de trabajo, puesto que de la puesta en común puede depender la eficacia de los cambios que se puedan planificar. Es importante que, como educadores y seres “culturales” que somos, analicemos y contrastemos nuestros comportamientos ante la diversidad y la imagen que tenemos del “otro” para intentar evitar y superar los estereotipos.
Los cambios significativos conseguidos en las personas no modifican las estructuras por sí mismos, ya sea en el ámbito escolar o en la sociedad en general, si no están planificados como una parte más de los procesos de transformación. Las estructuras e instituciones, en las que vivimos las personas influyen en la forma de pensar y actuar con respecto a la diversidad.
Ante la pregunta ¿hay que cambiar primero las actitudes o cambiar primero las estructuras?, sostenemos que la simultaneidad es imprescindible. Es necesario, por tanto, diseñar estrategias que hagan hincapié en aspectos que promueven la cooperación, comunicación, diálogo, etcétera, en tanto que estrategias de resolución de conflictos que transformen las propias estructuras organizativas de los centros escolares.
Las concentraciones “creadas” de alumnos inmigrantes y de alumnos gitanos en determinados centros escolares, la enseñanza de la lengua a los alumnos de incorporación tardía, el rechazo a la incorporación de determinados alumnos en algunos centros, así como los derivados de la propia estructura escolar, deberían ser suficientes motivos para incidir en estrategias que conlleven estos cambios de estructuras.
La transformación de una realidad multicultural en otra realmente intercultural, es un proceso indudablemente largo no exento de conflictos que, involucra a todos los miembros de una sociedad, también a la Escuela. Y la transformación de la misma desde un enfoque intercultural está basada o al menos pensamos que debe diseñarse a partir de distintas líneas de actuación:
• En el esfuerzo necesario para contrarrestar cualquier forma de exclusión presente en la escuela.
• En la promoción y fomento de los valores y las actitudes necesarias para llevar a cabo experiencias de interculturalidad.
• Y en el desarrollo de todas aquellas transformaciones estructurales necesarias para la puesta en práctica de esos valores.
Hasta ahora podemos decir que ha habido pocos cambios, muchos de ellos fruto del propio contacto cotidiano: cambios en relación a las actitudes y los valores, y cambios casi exclusivamente de tipo técnico-metodológico. Realmente se ha tocado poco lo organizativo, ni tampoco el concepto de cultura que se transmite; por otro lado, difícilmente se asume la diversidad interna española ya que se habla de interculturalidad hablando casi exclusivamente de los “otros”. Aun así sería injusto no resaltar que también existen centros educativos con proyectos educativos y de convivencia intercultural bien planteada y ajustada a las necesidades de su alumnado.
CONTRARRESTAR CUALQUIER FORMA DE EXCLUSION: trabajar para superar la desigualdad de oportunidades.
“El problema no está en la diversidad en sí, sino la diversidad vivida en condiciones de desigualdad, de segregación, y en la ausencia de políticas públicas que promuevan el conocimiento y la interacción entre diferentes en un marco de la ciudadanía común” (Imanol Zubero) [1]El racismo, la discriminación hacia los grupos minoritarios, es un principio propio de la estructura social y política en la que vivimos, una estructura basada en la desigual distribución del poder y de los recursos. Por eso un paso ineludible es el rechazo de cualquier tipo de discriminación o de exclusión, porque un centro intercultural no puede avanzar sobre ninguna base de discriminación. La creciente preocupación de nuestra sociedad por las situaciones de racismo o, más genéricamente, de intolerancia hacia los “otros”, no puede ser tratada como una mera cuestión personal basada en la ignorancia que puede ser modificada con la simple información.
En primer lugar, es importante que entendamos como funcionan los procesos para discriminar a determinadas personas o grupos sociales por razones de clase, de género, etnia u orientación sexual porque estos siguen unos caminos muy parecidos, tratando de convencernos de que estas personas o grupos son débiles o poca cosa, poco modernos, esclavos de la religión o de costumbres antiguas.
En nuestros centros necesitamos llevar a cabo un profundo estudio del contexto, a través de actividades que sirvan para detectar la aceptación y la discriminación, así como fomentar la creación de espacios de encuentro y comunicación tanto en el aula como en el centro, debemos fomentar la autoestima entre el alumnado. Todas estas estrategias son susceptibles de contrarrestar aquellas acciones que posibilitan la exclusión de cualquier “minoría”.
El trabajo contra la exclusión social que se plasma en la escuela es el inicio de una puesta en práctica de la educación intercultural y, en principio, todas estas prácticas deberían ser estrategias validas para hacer más efectivo el principio de una escuela igual para todos y todas.
Lamentablemente, en cuanto a las estrategias para afrontar el racismo y la xenofobia, estamos en los inicios, hay mucho que hacer con las familias, con los chavales y con el profesorado. Poco a poco comienza a haber algunos incidentes desagradables en centros donde el tema de marcar la diferencia étnica comienza a estar muy presente, y esto a veces se está afrontando como algo aislado y justificándose como un simple problema de control de emociones y desadaptación al grupo. También hay acoso hacia mucha gente por razones de ser diferente, en inteligencia, en sexo, en país de procedencia, en habilidades para relacionarse, etc.
En este sentido no se han desarrollado protocolos de actuación para que los centros hagan algo real a favor de la prevención del racismo y la xenofobia, institucional y entre iguales; la investigación indica que hay abordar explícitamente y repetidamente estas cuestiones en los centros, en el marco de los demás aspectos de la convivencia y el acoso entre iguales, abriendo espacios y designando personas de referencia para que el alumnado pueda acudir a informarse o pedir ayuda. Es imprescindible hacer frente a todas las agresiones de carácter clasista, sexista y homófobo con decisión construyendo un entorno donde no quepa ningún tipo de discriminación.
PROMOCIONAR Y FOMENTAR LOS VALORES Y ACTITUDES: ¿cómo iniciar un proceso de cambio en relación a las actitudes?
Si nos paramos a observar el interés creciente por la educación en valores y miramos las muchas intervenciones que se vienen llevando a cabo desde hace más de dos décadas, nos damos cuenta de lo mucho que hemos avanzado: materiales, programas, actuaciones, etcétera, que tienen como prioridades la sensibilización y el desarrollo de estrategias que brinden la oportunidad de vivenciar valores de respeto, diálogo, etcétera. Sin embargo, es necesario seguir profundizando en esta línea, imprescindible para educarnos como personas que desean aprender, desde la interacción, a convivir desde la diversidad que cada uno representamos.Para cambiar las actitudes, es necesario contar también con la vivencia, es importante partir de “experimentar en la propia piel”. El objetivo último no es simplemente conocer la situación y tener empatía, sino también transformar la realidad de forma consciente. Es por esto que se hace necesario facilitar estrategias que ofrezcan a quienes están adquiriendo la experiencia positiva de su potencial para generar cambios.
Cuando estamos inmersos en procesos educativos, necesitamos trabajar con una metodología que sea coherente con aquellas actitudes que queremos fomentar. Nuestra apuesta metodológica base se fundamenta en este tipo de enfoque o de estrategias socioafectivas, aunque no exclusivamente; pensamos que es necesario usar todas aquellas que dinamizan y educan en este mundo de las actitudes y los valores: el aprendizaje constructivista, el trabajo cooperativo o el aprendizaje a través del juego, entre otras.
El trabajo con dilemas morales, la clarificación de valores, la comprensión crítica, los procesos de autorregulación y autocontrol se nos hacen imprescindibles para abordar una cuestión tan compleja como es el mundo de las actitudes y los valores.
Lo importante de todo este trabajo es que éste no se dirija única y exclusivamente hacia nuestro alumnado; tan importante o más es el trabajo que debemos hacer con nosotros mismos en nuestra calidad de educadores, no nos olvidemos de ello.
Ciertas habilidades sociales y actitudes personales son de vital importancia para el tratamiento de la resolución de conflictos interculturales en el aula, se trata de comprender que sólo incidiendo sobre nuestros propios valores y actitudes seremos capaces de incidir sobre el contexto en el que trabajamos y sobre el desarrollo de determinados talantes en el alumnado.
Cuando se trata de educar para defender el valor de la diferencia como rasgo esencial de las personas, así como la necesidad de respeto y de diálogo desde la aceptación de la igualdad de derechos, se hace necesario, que las personas que educan adopten posiciones y manifiesten actitudes coherentes hacia la diversidad, desde el respeto, el diálogo y los derechos humanos en toda su extensión.
Y, a la hora de buscar esa coherencia, se hace imprescindible que reflexionemos sobre nuestras propias formas de observar otras culturas, porque éstas orientan gran parte de nuestro trabajo: nos hacen tener unas expectativas de éxito o de fracaso de ese alumnado diferente, nos orientan a la hora de organizar los conocimientos, los materiales que necesitamos, la metodología más oportuna para actuar, etcétera. Esa reflexión que parte de lo individual, debemos hacerla en conjunto con nuestros equipos de trabajo, puesto que de la puesta en común puede depender la eficacia de los cambios que se puedan planificar. Es importante que, como educadores y seres “culturales” que somos, analicemos y contrastemos nuestros comportamientos ante la diversidad y la imagen que tenemos del “otro” para intentar evitar y superar los estereotipos.
CAMBIOS DE LA ESTRUCTURA ORGANIZATIVA
En un centro intercultural, lo importante no es tanto una serie de ideas abstractas del tipo de “respeto”, “diálogo”, etcétera, sino la posibilidad de llevar a cabo transformaciones tanto en las formas de pensar como de actuar de las personas y colectivos involucrados en la convivencia. Y siendo muy necesarias estas transformaciones personales, aún lo es más transformar las estructuras donde éstas están enmarcadas, pues son las que moldean las actitudes, favoreciendo o dificultando la convivencia. Una transformación de las estructuras en las que nos movemos que posibilite la construcción de una sociedad y una escuela intercultural.Los cambios significativos conseguidos en las personas no modifican las estructuras por sí mismos, ya sea en el ámbito escolar o en la sociedad en general, si no están planificados como una parte más de los procesos de transformación. Las estructuras e instituciones, en las que vivimos las personas influyen en la forma de pensar y actuar con respecto a la diversidad.
Ante la pregunta ¿hay que cambiar primero las actitudes o cambiar primero las estructuras?, sostenemos que la simultaneidad es imprescindible. Es necesario, por tanto, diseñar estrategias que hagan hincapié en aspectos que promueven la cooperación, comunicación, diálogo, etcétera, en tanto que estrategias de resolución de conflictos que transformen las propias estructuras organizativas de los centros escolares.
Las concentraciones “creadas” de alumnos inmigrantes y de alumnos gitanos en determinados centros escolares, la enseñanza de la lengua a los alumnos de incorporación tardía, el rechazo a la incorporación de determinados alumnos en algunos centros, así como los derivados de la propia estructura escolar, deberían ser suficientes motivos para incidir en estrategias que conlleven estos cambios de estructuras.
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