Acabar con la islamofobia: una lucha que nos concierne a todos
Publicado por Mónica Carrión Otero, en ElDiario.es, el 30 de abril de 2018.
En Islamophobia and its consequences on Young People (Council
of Europe, European Youth Centre, Budapest, 2004), el Consejo de Europa
define islamofobia como «el temor o los prejuicios hacia el islam, los
musulmanes y todo lo relacionado con ellos. Tome la forma de
manifestaciones cotidianas de racismo y discriminación u otras formas
más violentas, la islamofobia constituye una violación de derechos
humanos y una amenaza para la cohesión social».
Estos prejuicios hacia el islam y los musulmanes son una
forma de violencia cultural que parte del hecho de considerar que
“nosotros” somos superiores a “los otros”, en este caso los musulmanes, y
que legitima formas de violencia directa y estructural.
Es
una forma racismo cultural, que se gesta, según el escritor y filósofo
Santiago Alba Rico, como «resultado de una doble operación ideológica»
que consiste, primeramente en «constituir un objeto de conocimiento
manejable y adverso: el Islam con mayúsculas concebido como una unidad
al mismo tiempo negativa e inasimilable que “hablaría” con una sola voz y
dictaría a 1.500 millones de seres humanos, repartidos por todo el
planeta, una conducta incompatible con “nuestros” valores occidentales»;
y en segundo lugar, en incluir en ese falso objeto de conocimiento a
«todos aquellos individuos que, de manera un poco arbitraria, se
“reconoce” como musulmanes». Esta segunda operación «implica una
racialización del otro, cuya diferencia -como en el caso del racismo o
del machismo- aparece visible e “incrustada” en el cuerpo, donde no
podemos modificarla». Es decir, convertir al otro en un objeto manejable y dominable.
Pese a que este fenómeno pueda parecer novedoso porque ha
empezado a ser más visible en las sociedades occidentales en las
últimas décadas, sobre todo a partir de los atentados del 11-S, y de
manera mucho más evidente en el último lustro a raíz de los atentados
perpetrados en varias ciudades europeas y la crisis de los refugiados en
la Unión Europea, lo cierto es que la islamofobia, como apunta Alba
Rico, hunde sus raíces en un pasado colonial europeo que patentó esa
lógica de convertir al otro en un objeto para dominarle.
Pero la islamofobia no es un mero fenómeno discursivo sino que ese “hablar mal de los otros” deriva en otros delitos de odio. Según el Informe anual sobre la islamofobia en España 2017 elaborado
por la Plataforma Ciudadana Contra la Islamofobia (PCCI), el año pasado
se registraron 546 incidentes de islamofobia. El informe destaca un
repunte de la islamofobia política e institucional y una creciente
tendencia islamófoba de líderes políticos de diferentes ideologías,
además de la presencia cada vez más activa de los movimientos de
ultraderecha, los ataques y las campañas contra la construcción de
mezquitas. La PCCI constata un año más agresiones a mujeres musulmanas y
episodios de discriminación escolar, laboral y/o social por el uso del
pañuelo o hiyab y da la voz de alarma sobre los delitos de ciberodio que
representa el 70% de los incidentes recogidos en el informe sobre el
año pasado.
La islamofobia es un fenómeno
creciente que tenemos que asumir como un problema de toda la sociedad,
no solo de la población musulmana, ya que puede generar una fractura en
nuestra comunidad al estigmatizar a una parte cada vez más importante de
ella. Para atajarlo, consideramos que es fundamental trabajar a
dos niveles; por una parte concienciando a aquellos sectores que
influyen en la opinión pública como los medios de comunicación y el
discurso político. Ese proceso de toma de conciencia de la islamofobia,
que ha funcionado con otros problemas como el de la violencia de género,
permitiría, junto a la presión de toda la sociedad, crear leyes y
establecer los protocolos de actuación judiciales y policiales
necesarios cuando no se pueda evitar la aparición de conflictos.
Y por otra parte, creando conciencia en jóvenes en la
edad de la adolescencia por tratarse de un periodo de la vida
fundamental en el proceso de toma de conciencia de nuestra propia
identidad o identidades. La tarea de educar a ese colectivo debe hacerse
partiendo de cuatro bases que son el conocimiento, la empatía, el
respeto y la convivencia. Cuando empezamos a conocer al otro, los miedos
se disipan y comenzamos a desarrollar una empatía a partir de la cual
surge el respeto de forma natural como base que hace posible la
convivencia en el marco de un modelo intercultural.
Desde la Fundación Al Fanar intentamos apoyar esta lucha
que nos concierne a todos a ambos niveles: en el ámbito educativo a
través de proyectos como Kif-kif: cómics por la inclusión y
en el ámbito de la concienciación de un sector crucial como el de la
prensa con el Observatorio de la Islamofobia en los Medios, proyecto que
lideramos junto al Instituto Europeo del Mediterráneo.
Mónica Carrión Otero, responsable de
contenidos y gestora de proyectos en la Fundación Al Fanar y miembro del
equipo del Observatorio de la Islamofobia en los Medios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario